La Vanguardia

Claroscuro­s

- Óscar Muñoz

El centro neurálgico, que no geográfico, de Barcelona, la plaza Catalunya, el más concurrido de la ciudad, pasa de ser un lugar luminoso a pleno día a otro un tanto tenebroso al caer la noche. El ocaso no lo convierte en un agujero negro como les pasa a otros enclaves, pero sí en un espacio irregularm­ente iluminado en el que el resplandor se mantiene en gran medida gracias a que los grandes comercios que lo flanquean propagan su potente luz al exterior. Pero cuando cierran dejan que la oscuridad gane terreno. También alumbran los focos dirigidos al óvalo central con su caracterís­tico pavimento. Entre ambos, en los parterres arbolados y con sus bancos, la penumbra es la norma.

Que no luce a gusto de todos puede comprobars­e dando un paseo al anochecer por la plaza. En invierno, pasadas las ocho, con los comercios aún abiertos, mantiene el fulgor. Pero los transeúnte­s evitan las zonas ya oscuras a esa hora. Van rectos por los laterales o por el centro. Pocos se detienen en la zona arbolada. “No me parece oscuro, no está mal”, sostiene Rozen, un joven de Tel Aviv, de los pocos sentados en un banco. Al fondo, junto a la balaustrad­a, escondido, un pequeño grupo parece sospechosa­mente entretenid­o. Y, a pocos metros, una pareja intima creyendo que nadie mira.

Al caer la noche, la plaza Catalunya queda iluminada de manera desigual; la penumbra reina en el área arbolada

Junto a la escalera que conduce a la oficina de Turisme de Barcelona, dos vigilantes coinciden en destacar que la falta de iluminació­n provoca insegurida­d en varios puntos de la plaza. Ha habido robos y algún que otro susto. También miedo, porque aunque no llegue a pasar nada malo, quedarse allí no da buenas sensacione­s. “Para nada lo haría a esta hora”, afirma convencido Ricard, de l’hospitalet, mientras se dispone a atravesar por el centro. Pero los hay que se sienten a salvo, como Andrew, de Bogotá, que pasa unos días de vacaciones en Barcelona. “No tengo miedo, sigo las recomendac­iones que me dieron, en mi ciudad es mucho peor y hay menos luz”, explica, tranquilo, nada más fotografia­r con su móvil unos de los relieves escultóric­os que hay junto a las escaleras de acceso a la parte central. Núria y Montse, barcelones­as, discrepan. “Es insuficien­te”, afirma, lacónica, la primera. “Yo lo pondría más alegre, más fashion, ¡luces de colores!”, exclama la segunda. Juntas, avanzan rápido en dirección a la Rambla por el extremo del área central. La acera de enfrente, la que da a los comercios, que a esa hora, las nueve, ya cierran, está mucho más concurrida. John, inglés residente en la capital catalana desde hace un año, recuerda que

“aquí falta un lugar icónico de día pero también de noche, como Trafalgar Square en Londres, Times Square en Nueva York, o Callao en Madrid, con mucha luz y color, muy llamativos, y bien podría ser la plaza Catalunya, sin duda”.

El contraste es mayúsculo en el lado montaña. Mientras la acera está deslumbran­te por la luz prestada de las tiendas y del hotel, en la zona interior, junto a las fuentes, el acceso del metro en el que antaño estaba la comisaría de policía está rodeado de una oscuridad casi total. Pocos entran en el subterráne­o por este punto. Una furgoneta de los Mossos y, a escasos metros, un grupo de agentes de la Guardia Urbana, vigilan el área. La macroestac­ión del Bicing que hay enfrente está vacía, sin ninguna bicicleta disponible.

Cae la noche. Tras el cierre de los comercios y el apagado de sus luces, la plaza Catalunya oscurece todavía más. Las zonas de penumbra ganan terreno. El espacio central, la parte ajardinada y el óvalo quedan desiertos. Tan sólo las aceras laterales trasnochan.

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Acceso al subterráne­o de la plaza Catalunya por la noche; esta es una de las zonas con menos luz del céntrico enclave barcelonés
ÀLEX GARCIA Acceso al subterráne­o de la plaza Catalunya por la noche; esta es una de las zonas con menos luz del céntrico enclave barcelonés
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