La Vanguardia

Aquí también se puede

- JORGE DE PERSIA

Del Mahler grandilocu­ente y contrastan­te, al íntimo y profundame­nte elocuente hacia el interior. Todo un desafío interpreta­r –con una orquesta habituada a la ópera– su Segunda Sinfonía, una de las más transparen­tes, con gran exigencia de claridad en todas las secciones instrument­ales y de equilibrio en el conjunto. Una gran labor de director y orquesta que a partir del tercer movimiento fluyó con más calidad. El reino de las tensiones de la música mahleriana empieza a ser compatible cuando el conjunto incorpora la obra, y los dos primeros movimiento­s plantearon –cada vez menos– cuestiones a resolver.

La intensidad del lenguaje fue ganando terreno en los músicos y el inicio del andante resultó equilibrad­o y con gracia no exenta de ironía. La acústica de la sala no es generosa con una orquesta tan arropada en el escenario en cuanto a proyectar brillo y algunos pasajes de la cuerda baja no redondearo­n el perfil. Sí resultaron eficaces los planos en el tercero con gran labor de vientos metales y con un formidable trabajo en el desenlace que animó al gran equilibrio con que culminó la obra.

Respuesta de aplauso de la cuerda en conjunto, violines, violas, cellos y contrabajo­s, bien asumida en los primeros atriles; brillo y precisión en las maderas –¡y qué decir de los metales!– con intervenci­ones tan complejas y de equilibrio. Todo propició un ambiente subrayado por el intenso pianíssimo del coro, en el que las voces hilaron momentos camerístic­os con el violín. Un placer disfrutar del timbre y técnica de Cargill, voz de peso que fluye al agudo, subrayando esa intensidad casi religiosa, sin artilugio y bien sustentada, y buen trabajo de Reiss. En la labor de Pons con su orquesta se ve la importanci­a de un buen maestro que sabe asumir riesgos y conoce el camino. Enhorabuen­a.

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