La Vanguardia

Chinos de Barcelona regresan a casa

Unos regresan a China una temporada y otros envían allí a sus hijos más pequeños

- Luis Benvenuty Barcelona

Zhangying Ye hace un alto en su jornada y se sienta en la terraza de la cafetería Boheme, en la Rambla del Poblenou. “De todas formas esta semana el trabajo cayó en picado –lamenta Zhangying, Ying para los suyos–. Los clientes fijos aún vienen, no les importa que lleve mascarilla, pero la gente de paso y los turistas desapareci­eron... ¿sabe que la gente está regresando a China? por precaución, por seguridad, porque tiene miedo de que aquí la contagien...”, agrega, con la mascarilla puesta, mostrando la pantalla táctil de su móvil, los mensajes de los grupos de Wechat que dan cuenta del devenir de la comunidad china en Barcelona. El Wechat es el sistema de mensajería preferido por los chinos, su Whatsapp particular.

“Mire, este hombre del Clot, que tiene una tienda, que es amigo de una amiga, pues se marcha hoy a China, con sus dos hijos, porque son muy pequeños y tiene miedo de que se contagien –continúa Ying, deslizando el dedo arriba y abajo sobre su pantalla táctil–... y este otro hombre, del Fondo, de Santa Coloma de Gramenet, que se fue hace pocos días, porque a su restaurant­e iban sobre todo chinos y como ahora los chinos no quieren ni salir de casa pues... ¡y esta de aquí es una amiga mía, sí! que regresó a China la semana pasada y ahora cuenta que está en Qingtian de cuarentena, aislada, porque allí, en cuanto aterrizas, las autoridade­s te ponen en cuarentena, y mi amiga también cuenta que está muy contenta, muy aliviada de estar por fin a salvo. La mayoría cierra su negocio y se encierra en casa, y quien tiene la oportunida­d de marcharse a China pues...”.

Entonces la persiana de la tienda de decoración ubicada frente de la cafetería de Ying se levanta estruendos­a y una mujer sale del establecim­iento. “Es amiga mía, cerró la tienda ayer, estará revisando que todo va bien... ¡Ven –le grita levantando el brazo–, tómate un café con nosotros!”. La mujer baja de nuevo la persiana y se acerca con una sonrisa que a los pocos pasos oculta al ponerse una mascarilla. “Qué tal”, pregunta. “Siéntate”, le invita Ying. “No, gracias –repone la mujer, apoyándose en un árbol–, mejor un metro de seguridad”. “¡Pero si yo también llevo la mascarilla puesta! yo también me protejo, yo fui la primera del Poblenou en ponerse mascarilla”, protesta Ying. “Sí, pero continúas trabajando de cara al público”, le reprocha su amiga, de un modo muy amable, con muy buen talante, pero también muy firme. Ahora corre un momento de silencio entre las dos. “¿Y tú conoces a mucha gente que esté regresando a China?”, tercia Ying, cambiando el tema. “Pues mis hermanas y sobrinas envían a sus hijos pequeños mañana

–responde la mujer–. Aún no sé por cuánto tiempo. Hasta que todo se calme, supongo”.

No se trata de ninguna diáspora, sino de un pequeño goteo, aún tímido, pero muy creciente... Muchos chinos entienden que por estas latitudes las autoridade­s no están gestionand­o la crisis del coronaviru­s como Dios manda, sobre todo después de lo ocurrido en Italia. Tampoco entienden que la mayor parte de la gente no se ponga mascarilla­s. Esta comunidad se puso en cuarentena de manera voluntaria para frenar la expansión de la enfermedad, en un ejercicio de responsabi­lidad y solidarida­d. Los modos de hacer de aquí de estos días les parecen más bien laxos. Todo esto lo explican mediadores culturales, portavoces de asociacion­es culturales orientales, chinos que suman décadas vi

DESCONFIAN­ZA

Muchos creen que las autoridade­s están gestionand­o esta crisis de un modo muy laxo

RESPONSABI­LIDAD

La comunidad rehúye estos días aquellos contactos sociales que no son imprescind­ibles

viendo en esta tierra... “Ponerte mascarilla es un modo de protegerte, de evitar que te contagian, de frenar la propagació­n”, insisten. “El dinero es importante, pero la vida lo es aún más”.

Por ello tantos cerraron sus negocios estos días y se encerraron en sus casas. Por ello tantos se marcharon a China de este modo tan precipitad­o para pasar una temporada que aún se antoja un tanto incierta. Hasta que todo se calme, dicen una y otra vez. Al menos quienes se pueden permitir dar de repente un salto al otro lado del planeta. Hablamos de camareros que no saben cuándo volverán a abrir los restaurant­es donde trabajan, de hijos únicos cuyos padres llevan días diciéndole­s que se tomen unos días descanso, de niños pequeños que de repente se encuentran de vacaciones en casa de sus abuelos... Trasladar a toda la familia, en cambio, es muy caro. Se trata en verdad de un comportami­ento espontáneo. No está orquestado por ningún líder oculto. Los chinos tienen un gran sentido de la colectivid­ad. Son tantos que no tienen otro remedio.

Ying agrega que se resiste a cerrar su cafetería porque además del alquiler tiene que pagar los sueldos de tres empleados, pero que si la faena sigue cayendo a este ritmo en pocos días bajará la persiana, que lo que de veras le pide el cuerpo en estos momentos es llenar la despensa y encerrarse en casa unas cuantas semanas. “El problema son mis hijos –prosigue–, que tienen 15, 18 y 22 años, que nacieron aquí, que ven todo este problema como lo ven los españoles”. Chinese banana, dice el dicho sobre las segundas generacion­es, sobre los hijos de los inmigrante­s: amarillos por fuera y blancos por dentro.

“Esta mañana discutí con el mediano –prosigue Ying–. Ayer pude convencerl­e para que se quedara en casa, pero hoy insistió en ir a la universida­d. Dice que tiene trabajos que hacer. Yo le digo que se ponga una mascarilla y guantes, pero lo único que consigo es que lleve un botecito de gel desinfecta­nte de manos ¡y la pequeña está de colonias! ¿se lo puede creer? Yo le dije que no me parecía bien, incluso fui a ver su directora, pero la directora me dijo que no teníamos que vivir con miedo y luego la pequeña se marchó con sus amigas. Yo los enviaba a los tres a China a pasar una temporada, pero entiendo que eso es imposible. Ellos tienen su manera de ver el mundo. Pero cuando la pequeña regrese este viernes yo les digo a todos que lo mejor es que pasemos una temporada en casa. Es una cuestión de seguridad. Una semana, dos...”. Hasta que todo se calme.

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 ?? XAVIER CERVERA ?? El debate de las mascarilla­s. Muchos chinos creen que usar mascarilla es un método muy bueno para protegerse, pero otros consideran que así asustan a los occidental­es
XAVIER CERVERA El debate de las mascarilla­s. Muchos chinos creen que usar mascarilla es un método muy bueno para protegerse, pero otros consideran que así asustan a los occidental­es
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LA CRÓNICA
 ?? XAVIER CERVERA ?? Un establecim­iento dirigido a orientales cerrado en el barrio de Fort Pienc, ayer
XAVIER CERVERA Un establecim­iento dirigido a orientales cerrado en el barrio de Fort Pienc, ayer

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