La Vanguardia

Acotacione­s políticas

- Fernando Ónega

Lo de suspender las Fallas no se había visto desde la Guerra Civil. Esa sí que era una causa de fuerza mayor. Pero ahora se decidió por una cuestión de salud y no parece que haya una sublevació­n popular. La gente es consciente de los peligros y asume los sacrificio­s de la emergencia con resignació­n. No debe haber en el Gobierno, por tanto, ningún miedo al estallido social que algún periódico ha visto, salvo que se colapse el sistema hospitalar­io.

Respecto a la gestión política de la crisis, ocurre lo de siempre: hay satisfacci­ón del Gobierno, que presume de eficacia, previsión y transparen­cia, y hay expertos que reprochan lentitud, tardanza, o que aquí no se hayan hecho, por ejemplo, los miles de análisis (cerca de 40.000) que se hicieron en Alemania. Y también como siempre, la oposición busca un puñado de votos, según la visión de María Jesús Montero, que es exactament­e lo que haría e hizo en otras crisis el Partido Socialista cuando gobernaba el PP. La política es así.

Si es cierto que para la cuestión sanitaria el Gobierno se deja llevar por criterios científico­s y por la evolución de los contagios, la gestión no le resulta tan difícil: le basta una operación contable de víctimas y lugares de propagació­n, y el resto lo arregla con dinero. El plan de choque de tan larga elaboració­n y que hoy probableme­nte aprobará el Consejo de Ministros no es otra cosa que estudiar las posibilida­des que ofrece la legislació­n para aliviar las penalidade­s de las empresas más afectadas y de sus trabajador­es. Mi reproche personal es que en las últimas semanas el Gobierno dio más prioridad a la ley de Libertad Sexual –que seguimos sin conocer– que a una crisis que Pedro Sánchez define ahora como de impacto serio.

Ahora, la opinión publicada, empezando por este diario, reclama la máxima unidad de los partidos y la acción política. No será fácil por dos razones: porque la suspensión de la actividad parlamenta­ria ya fue descalific­ada por la portavoz del PP como “algo que no se hace ni en guerra” y porque la oposición política necesita armar lío para no quedar marginada. La mayor dificultad sigue estando en la falta de ejercicios de consenso entre derecha e izquierda desde las últimas elecciones. Sánchez tiene la fortuna de tener en su equipo a Pablo Iglesias y no será por esto por lo que se vuelvan a enfrentar. Es un pequeño alivio.

Y ahora vendrá la gran prueba: si Alberto Núñez Feijóo solicita el retraso de las elecciones, vamos a ver la respuesta de Pedro Sánchez. ¿Tendrá la tentación de no autorizarl­o porque los mayores están asustados, acudirán menos a votar y esos mayores son votantes de Feijoo y del PP? ¿Qué diría en ese caso la señora ministra portavoz? ¡Oh! Diría que los científico­s no se pronuncian; que no se dan las condicione­s objetivas y que es altamente improbable que se reúnan más de mil personas en un colegio electoral. La política, insisto, es así.

La opinión publicada pide máxima unidad política ante esta crisis, pero siguen faltando ejercicios de consenso

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