Parlamento sin parlamentos
La sede de la soberanía popular recibía ayer despoblada y oscura la noticia de nuevos contagios entre los diputados
Ni siquiera todos los que acuden a diario al Congreso de los Diputados lo saben, pero las instalaciones del área de prensa de la Cámara Baja tienen detectores de movimiento. Es cosa que conocen, conocemos, los tardos acostumbrados a alargarnos ante el ordenador de las cabinas de prensa hasta una hora avanzada, sea por exceso de faena o, más a menudo, por incuria: las luces de los pasillos se apagan cuando los detectores hace rato que no saben de nadie. Entonces toma uno conciencia de que no queda un alma en el área y durante un milisegundo teme haberse quedado encerrado. Al salir de la cabina y poner pie en el pasillo, las luces sancionan la aparición de un ser vivo encendiéndose sala adelante.
No hizo falta ayer el anochecer: las luces de la zona de prensa se apagaron cuando las bulliciosas televisiones acabaron, en la hora remolona de la sobremesa, sus conexiones con los sanedrines mañaneros e informativos de mediodía. A oscuras, los pasillos de prensa recibían mudos la noticia de que la expresidenta de la Cámara Ana Pastor daba un positivo de coronavirus, tranquilizador, por asintomático: con ligera fiebre el sábado por la tarde, decidió quedarse en casa. Pese al positivo, subraya, no tiene síntomas, ya ni fiebre. Era el segundo diagnóstico del día, después de que Vox confirmara, sin dar nombres, que otro de sus diputados, además de Javier Ortega Smith, estaba infectado.
Tres diputados y un pleno suspendido: la sede de la soberanía, la casa donde las sensibilidades del país parlamentan y se increpan, celebra el aniversario del 11-M en silencio de blanca. Una mudez que ha de romper hoy a mediodía el ministro Salvador Illa en la comisión de Sanidad. Para explicar que pasará.
Recogidos los bártulos televisivos y hasta las conexiones de la tarde, no queda nadie en las zonas comunes, apenas los agentes que vigilan los accesos y los ubicuos ujieres, manifestación parsimoniosa en tergal azul marino y ribetes dorados de la inmanencia del Estado centenario, ese coloso inmisericorde al que en esta hora trémula hasta el más conspicuo prosélito de Milton Friedman y sus teorías anarcoliberales
Ana Pastor, expresidenta de la Cámara, y un miembro de Vox dan positivo por coronavirus
encomienda su suerte y la de todos los suyos. “Liberal en lo económico, estalinista en lo epidemiológico”, resumía con mala baba un tuitero, ante el aluvión de profesionales de la opinión neoliberal que reclaman estos días contundencia estatalista. Plegarias al Estado, la Santa Bárbara de este trueno.
Leviatán se encarna en esos eficientes empleados de la limpieza que ponen advertencias en los servicios del Congreso y reponen el jabón y el papel. Y en los policías que no te recogen el carnet de prensa: “Díctame el DNI”. Y entregan una mustia pegatina para la chaqueta, en vez de la acostumbrada acreditación oficial. El Estado que te mira pero no te toca. Pero te mira.