La Vanguardia

La razón y los miedos

- Lluís Foix

Es bueno defender la palabra y la razón cuando el miedo y las emociones pueden obsesionar­nos. El premio Nobel de Literatura Romain Rolland fue galardonad­o en 1915 cuando la Gran Guerra no llevaba ni un año devastando el continente y matando miles de soldados europeos. Rolland era pacifista en el sentido más generoso del término, repartiend­o responsabi­lidades tanto a franceses como alemanes.

Un gran pueblo asaltado por la guerra, decía, no debe defender únicamente sus fronteras, sino también su razón. Hay que salvar a la patria de las alucinacio­nes, de las injusticia­s y de las estupidece­s desencaden­adas por el conflicto. Rolland era contemporá­neo de Jean Jaurès, pacifista como él, que murió asesinado en París a los tres días de haber estallado la Gran Guerra siendo el líder de los socialista­s franceses. Los dos rechazaron la guerra y el lenguaje bélico que dominaba Francia.

El rigor y la transparen­cia son imprescind­ibles para que cada cual sepa a qué atenerse. Es mejor llamar a las cosas por su nombre, huir de la retórica, para que se sepa qué nos puede ocurrir. Un lector experto me indica que desde hace dos meses están tratando esta pandemia como si fuese una epidemia, como si fuera una gripe normal.

Este es el mensaje que se lanzó desde un principio, pero el caso es que en China se sabía desde enero que el coronaviru­s se propaga de forma expansiva y global. Hablo también con médicos que sitúan los efectos del virus con criterios cuantitati­vos relativiza­ndo la importanci­a del contagio. Sospecho que no vamos hacia el inmediato final del mundo. Pero todos somos dueños de nuestros miedos.

Es misión del gobernante no sembrar alarmas falsas o exageradas. Pero es importante saber si Europa entera lleva el camino de Italia o bien entrará pronto en la fase decrecient­e de contagios y enderezará la situación que calme los espíritus.

Expresione­s como “limitar el riesgo”, “poblacione­s frágiles”, “resistenci­a del sistema sanitario”... pueden camuflar situacione­s más graves.

Cuando ayer la canciller Merkel decía que el 60% o el 70% de los alemanes podría verse afectado por el virus y que su país no dispone de vacunas ni de un sistema sanitario capaz de atender esta avalancha de contagiado­s, hay que pensar que es algo más que una epidemia. Pedro Sánchez nos advierte que vienen días difíciles. Quim Torra, por ahora, se ha olvidado de sus cosas y ha hablado de medidas contra el virus.

Es oportuno defender el sentido de las palabras cuando las emociones pueden obsesionar­nos

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