El mito de Kosambi
JOSEP-RAMON BACH (1946-2020) Poeta
Investigador en poesía”, “poeta discreto del Mall”, “islote solitario dentro de la poética catalana”... Josepramon Bach fue más allá de las definiciones. Poeta, narrador y dramaturgo, murió hace unos días a los 73 años.
Quizá sí que fue considerado el “poeta discreto” del grupo vinculado a Llibres del Mall, pero trascendió el encasillamiento con una obra prolífica que le valió premios y reconocimiento. Nacido en Sabadell, publicó sus primeros libros en edición de autor en los años setenta, y fue avanzando a saltos, con intervalos de mucha publicación con espacios de silencio literario. Así, por ejemplo, entre Diorames (1975) i Trànsfuga de la llum (1985) pasan diez años, y once más hasta L’ocell imperfecte.
Precisamente en este libro, que mereció los premios Serra d’or y Cavall Verd, introdujo el mito personal de Kosambi, un imaginario narrador africano que vendría a ser “el anciano de la tribu, depositario de todo el saber y la tradición, del conocimiento de la vida y de la naturaleza,” en sus propias palabras.
Y es que las tradiciones antiguas y lejanas influyeron mucho en él, especialmente la china en Viatge al cor de Li Bo (1997) y la africana en Ploma blanca. Poesia oral africana(1999) o el libro infantil Viatge a l’àfrica (2000).
“El mundo actual ha perdido las distancias y los valores. Yo los rastreo en los textos primitivos de estas civilizaciones. Y la voz de Kosambi, que viene a ser mi alter ego, me sirve para dar respuesta a los interrogantes de la existencia”. Un personaje que emerge en otros libros suyos y especialmente a Kosambi, el narrador (2006), un libro de breves prosas poéticas en que vuelo transporta el lector en un mundo donde “la defensa de valores como el humanismo, la austeridad, la ternura o la alegría es un contrapunto de la civilización occidental y destructora”, según explicó a Rosa M. Piñol.
En el 2017 reunió una primera parte de su obra poética, la escrita entre 1962 y 1993, en Instints ,un primer volumen que no ha tenido continuidad. Una obra que el poeta explicaba que había rehecho hasta el punto de que el crítico Xavier Serrahima asegura que se puede hablar de “recreaciones, ya que los cambios son tan significativos como profundos”.
Pero fue sobre todo a partir de la primera década de los dos mil cuando el autor fue más prolífico. Los títulos se suceden: El laberint de Filomena y Versions profanes (ambos del 2010), L’enunciat (2011), Desig i sofre (2013), L’estrany (2014), Caïm y El ventríloc tartamut (los dos en el 2015), En abstracte (2016), Secreta dàlia (2016) y el último de todos, Alteritats, ya en el 2018.
Con motivo de la publicación del primer volumen de la obra completa, Bach explicaba en una entrevista que no se había sentido nunca a gusto con la etiqueta de poeta: “Nunca me oirás decir que lo soy. Me considero una persona que intenta escribir poesía”, recogía en El Temps Esteve Plantada.
Y es que para él hay una superpoblación de poetas: “Creo que llegaremos a 1.500 personas que escriben poesía y se consideran poetas en este país. ¡No paran de salir! Todo el mundo tiene derecho a escribir lo que quiera, pero no tengo tan claro que todo el mundo tenga derecho a publicarlo y a mostrárnoslo”. En Serra d’or, en todo caso, se definía: “He tenido, y sigo teniendo, a pesar de mis setenta años, un talante discreto. Siempre he procurado ser educado y no molestar a los otros. Y, en ciertos ámbitos, la discreción se paga con el silencio”. Un silencio que sus poemas rompen porque, como él mismo escribió, “la poesía nos ayuda a vivir. Tan sencillo como eso y tan importante”. Objetivo conseguido, porque “un buen poema es como una huella en el barro que el tiempo tiene que convertir en piedra”.