Bonos pandémicos
La mayoría escuchamos por primera vez el término coronavirus a principios de este año. Sin embargo, la OMS y probablemente algunos miembros de la comunidad médica ya conocían la amenaza de un nuevo contagio masivo similar al SARS o el MERS. Y lo más interesante, los mercados financieros también. En junio del 2017 el Banco Mundial emitió unos 320 millones de dólares en bonos catastróficos, o bonos de coronavirus, que expirarían el 15 de julio del 2020. Se trataba de instrumentos financieros de riesgo cuyos beneficios se supeditaban al brote de una enfermedad global: el coronavirus estaba en una lista que incluía la gripe, el filovirus o la fiebre de Lassa, entre otras.
¿Cómo funciona? Un inversor invertía, por ejemplo, 1.000 dólares en junio del 2017 y recuperaría su dinero tres años después. Durante ese período, recibiría intereses de entre el 8% y el 12% anual, dependiendo del instrumento específico y la evolución de los tipos de interés pagados mensualmente. Los pagos eran posibles gracias a las contribuciones de Japón y Alemania.
Al vencimiento del bono, el inversor recuperaría su dinero pero si durante este período había un brote de las enfermedades mencionadas, los bonos dejarían de hacer los pagos mensuales de intereses y tampoco se pagaría el importe base. Es decir, el inversor perdería su dinero e iría destinado a los países afectados, cortesía del Banco Mundial.
Los bonos han llamado la atención popular porque el brote de Covid-19 es el primer acontecimiento que ha originado su impago (la pérdida del importe base por parte de los inversores). Se los ha calificado de inútiles y acusado de “esperar a que la gente muera”. Una “torpeza financiera” y un “error vergonzoso”, según Larry Summers, execonomista jefe del Banco Mundial. Algunas de estas críticas son ciertamente justificables. Los bonos, por ejemplo, ayudan al país que sufre sólo después de que se hayan cumplido condiciones muy estrictas que también son legalmente complejas de verificar. Una de ellas es que se debe haber registrado oficialmente un cierto número de muertes, lo que implica que los países sólo pueden utilizar el dinero para resolver, pero no para prevenir, una pandemia.
En cualquier caso, lo vemos como una gran solución potencial a algunas de las enfermedades más
El brote de Covid-19 es el primer hecho que ha originado el impago de los bonos, emitidos por el Banco Mundial
devastadoras. Cabe destacar que ofrecen una forma relativamente barata de diversificar una cartera, creando valor al reducir los riesgos generales y aumentar el rendimiento esperado.
Por otra parte, para fijar el precio los inversores deben evaluar la probabilidad de incumplimiento (es decir, de que haya una pandemia) con cierto nivel de detalle, lo que puede ayudar a las agencias gubernamentales y organizaciones mundiales de salud a prepararse ante nuevas crisis. Asimismo, este y otros instrumentos financieros podrían ayudar en el proceso de asignación de recursos, es decir, a que se destine dinero a investigación.
Dado que se esperan más pandemias, instrumentos financieros como estos podrían ofrecer ventajas que van más allá de compensar los desafíos potenciales asociados con brotes futuros.