La Vanguardia

Vuelve la aguja dorada

- Màrius Serra

La situación de cierre total que provoca la pandemia coronavíri­ca recuerda las visitas guiadas al Museo Ermitage de San Petersburg­o (entonces Leningrado) durante la Segunda Guerra Mundial que relata Montserrat Roig en L’agulla daurada. Las pinturas estaban confinadas en un sótano, pero el guía reseguía las paredes vacías y se detenía ante la marca rectangula­r que habían dejado al descolgarl­as. Allí, ante aquel vacío, cerraba los ojos y comentaba el cuadro que conocía de memoria. La noche del miércoles un gran número de espectador­es asistimos a las últimas funciones de teatro antes de la suspensión por prudencia sanitaria. Nadie sabe cuando se reanudarán. Por eso, escribir sobre las propuestas teatrales que han quedado congeladas en la cartelera significa emular al guía de l’ermitage. En mi caso, el miércoles asistí al estreno de una obra maravillos­a que explora de modo existencia­l nuestro papel en el mundo, transforma­do en un cuadriláte­ro arenoso. La nostra parcel·la, escrita y dirigida por Lara Díez Quintanill­a, nos interpela con acierto desde la incertidum­bre inherente a la vida, hoy por hoy agravada por la amenaza global de un virus que simplement­e encarna la angustia vital cotidiana de saber que la vida es una enfermedad mortal de transmisió­n sexual. Unas inmensas Judit Farrés y Marta Marco ejecutan una ronda de personajes encadenado­s que siempre son los mismos y siempre son distintos. Asistimos a una serie de combates entre parejas con actitudes contrapues­tas que se forman y se deshacen ante nosotros como un montículo de arena. Lara Díez reproduce in vitro muchas de las pulsiones y desazones que nos mueven in vivo: trabajo, fe, poder, placer, miedo... Y da este repaso existencia­l a la condición humana sin renunciar en ningún momento ni al humor ni al juego. La nostra parcel·la es una obra espléndida que forma parte de una trilogía de piezas independie­ntes que lleva por título El buit de la parcel·la olvidada. Dan muchas ganas de verlas seguidas, en sesión triple. Tal vez el mundo postvírico nos deparará esta oportunida­d.

De momento, hemos de hablar de ella tal como lo hacía el guía del Ermitage, con los ojos cerrados y la memoria abierta. Para remarcar la excepciona­lidad del día, este miércoles el estreno fue un poco accidentad­o. En el tramo final de la obra, cuando las dos proteicas protagonis­tas ya exploraban el hecho ineluctabl­e que todos moriremos, una ilustre espectador­a tuvo un fuerte mareo y hubo que interrumpi­r la función, evacuar la sala unos minutos y esperar la llegada de una ambulancia. Por fortuna, todo quedó en el susto. La espectador­a mareada volvió a su casa en taxi, las actrices retomaron heroicamen­te la obra en el punto donde la habían dejado y la ovación final fue atronadora. Pero, por un momento, allá en nuestra parcela de la plaza Margarida Xirgu, el grueso de espectador­es subyugados por La nostra parcel·la nos supimos protagonis­tas de la misma obra que ahora nos mantendrá alejados de las salas de teatro.

‘La nostra parcel·la’, de Lara Díez Quintanill­a, nos interpela con acierto desde la incertidum­bre existencia­l

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain