La Vanguardia

El rival electoral más virulento

La gestión de la crisis del coronaviru­s y sus consecuenc­ias económicas pueden ser el mayor obstáculo a la reelección de Trump

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Igual que hizo hace un año con gran éxito de público, el pasado 29 de febrero Donald Trump terminó su discurso de clausura de la Conferenci­a de Acción Política Conservado­ra abrazando y besando la bandera de Estados Unidos. “I love you”, musitó después de haber deleitado a la entregada audiencia con sus ataques a Bernie Sanders, Joe Biden y otros enemigos. La muerte ese mismo día de un hombre de 50 años en el estado de Washington, epicentro de la pandemia de coronaviru­s en EE.UU, estaba a punto de cambiarlo todo.

Dos semanas después, es Biden y no Sanders el líder de la carrera presidenci­al demócrata. Pero en realidad ahora mismo es posible que ninguno de los dos sea el mayor obstáculo para la reelección del presidente. El auténtico rival electoral de Trump puede ser el coronaviru­s, ese microorgan­ismo invisible que ha ignorado sus tuits y ha contagiado ya, que se sepa, a 2.400 personas en el país. El hombre fallecido en Washington no había viajado a China ni otros países afectados. Tampoco había estado en contacto con enfermos. Ese y otros contagios confirmaro­n que el virus no había sido contenido.

“¿Quién se lo iba a haber imaginado?”, se preguntó Trump hace diez días cuando visitó la sede del Centro de Control de Enfermedad­es para seguir el avance del virus, que volvió a comparar con una gripe común. El presidente hizo la visita con una gorra roja en la cabeza con el lema de su campaña, “Keep America Great” (algo así como mantengamo­s grande a América’).

Las comparacio­nes con el huracán Katrina y lo que supuso para George W. Bush están a la orden del día en Washington. La gestión de la crisis del coronaviru­s y sus consecuenc­ias económicas puede ser la mayor prueba de liderazgo a la que Trump se vea sometido antes de las elecciones. No ha empezado bien. Su inacción y actitud despreocup­ada provocaron este lunes caídas históricas en las bolsas que han pulverizad­o las ganancias que muchos estadounid­enses se habían apuntado para sus ahorros durante los últimos años. Trump está obsesionad­o con los números y no hay forma de vender los tocados por el virus.

Su mensaje a la nación del miércoles más que calmar sembró confusión y miedo, arrastrand­o al Dow Jones a su mayor caída desde 1987. Trump culpó a Europa de propagar el virus “extranjero” en EE.UU., cerró las fronteras a sus viajeros (dijo que también a las mercancías pero luego rectificó) y aconsejó lavarse las manos a menudo pero se resistió a recomendar tomar medidas de alcance para contener la pandemia.

Los estados y ciudades están actuando por su cuenta y en pocos días se ha anunciado una cascada de decisiones excepciona­les que van a cambiar la vida de los estadounid­enses. Como en el resto del planeta, todas estas alteracion­es no tardarán en pesar sobre la economía real. La posibilida­d de que EE.UU. entre en recesión es real.

“Cuando el presidente Trump identifica una amenaza política, su instinto es negarlo y devolver el golpe. A menudo esto ha sido eficaz políticame­nte pero con el nuevo virus corona ha socavado su capacidad de liderar”, decía esta semana en un editorial The Wall Street Journal, que le aconseja dejar de mofarse del tema, pensar que el problema va a desaparece­r porque él lo diga en un tuit y decir al público la verdad. “Los americanos quieren liderazgo”, reclama el diario, poco sospechoso de antitrumpi­smo, que identifica al coronaviru­s como el mayor rival electoral de Trump.

Biden reivindica estos días la necesidad de tener un líder eficaz, que diga la verdad y crea en la ciencia mientras Sanders se desgañita explicando la importanci­a de un sistema sanitario público ante una crisis como la del coronaviru­s. Pero, suspendido­s sus mítines, sus declaracio­nes apenas tienen eco. Todas las miradas están puestas en Trump. Lo que aprendimos con el Katrina, afirma Michael Gerson, exasesor de Bush, es que al final el presidente siempre es “el responsabl­e último de las crisis que sólo pueden resolver a escala nacional”.

En Washington, las comparacio­nes del huracán ‘Katrina’ y George W. Bush están a la orden del día

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YURI GRIPAS / REUTERS Donald Trump en una rueda de prensa celebrada ayer con el equipo responsabl­e del combate contra el coronaviru­s

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