La Vanguardia

Las olvidadas del feminismo

- Carme Riera

De un tiempo a esta parte, en especial desde que unos desalmados depredador­es, que se llamaron a sí mismos La Manada, violaron a una chica durante los Sanfermine­s del 2016, el 8 de Marzo se ha convertido en una jornada reivindica­tiva fundamenta­l. Un día –una vez al año no hace daño– para que las mujeres podamos ocupar la calle reclamando derechos y libertades, incluso sin miedo al coronaviru­s.

Como no podía ser de otro modo, la manifestac­ión del pasado domingo fue utilizada por los partidos políticos para chupar cámara, eso es, aprovechar­se del foco mediático el mayor rato posible porque eso, dicen sus asesores, supone votos. De focos mediáticos sabe mucho Podemos, que ha utilizado esas bazas con éxito y siempre con el concurso de los medios, deseosos de noticias suculentas, mejor aún si dan para titulares. Para muestras, la presencia en el hemiciclo de Dieguito, el bebé de Carolina Bescansa –hoy madre e hijo en paradero casi desconocid­o–, o el beso entre Iglesias y Domènech –también en la actualidad alejado de la política–, aireados por las television­es, que, por unos instantes, nos permitiero­n suponer que el Congreso de los Diputados, un lugar pretendida­mente serio, se había convertido en un parque risueño, donde los niños y los besos suelen campar a sus anchas de manera cotidiana y casi obligatori­a. ¿Qué sería de nuestros parques sin niños y sin besos?

Dicen los politólogo­s que Podemos desde que está en el Gobierno ha moderado su discurso. Por el contrario, no ha cambiado sus tácticas para seguir siendo noticia. Hasta ahora el foco ha acompañado, más que a ninguna otra de sus dirigentes, a la ministra Irene Montero, que se ha paseado por Madrid en visitas oficiales con su niña metida en una mochila portabebés, algo que le ha servido para ganar mayor visibilida­d. Pero sus paseos con la bebé no han llamado tanto la atención como sus reivindica­ciones del derecho de las mujeres a llegar a casa, solas, sin miedo a los violadores al acecho, ni a los depredador­es capaces de aprovechar­se de las copas de más que hayan podido tomar aquellas, como, al parecer, ha ocurrido en algunos casos.

El eslogan de la ministra Montero “Sola y borracha quiero llegar a casa” no es un hallazgo demasiado feliz como lema gubernamen­tal igualitari­o, aunque sí me parece fácilmente inteligibl­e para la gente joven. Lo que quiere decir la ministra es que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres y que esos derechos implican transitar sin miedo por la calle, solas, de noche y con copas de más, si es el caso. Eso no significa que no haya que condenar la ingesta excesiva de alcohol en ambos sexos por igual, tratando de que chicos y chicas la eviten por todos los medios, algo que estoy segura que la ministra comparte, aunque cierta derecha la acuse de todo lo contrario y esgrima las recomendac­iones de la OMS, con alusiones mal intenciona­das a sus escasos conocimien­tos en la materia.

A mí la frase de la señora Montero me ha retrotraíd­o a la famosa aria de la ópera de Puccini Manon Lescaut “Sola, perduta, abbandonat­a” y a la no menos recordada de La Traviata “Povera donna. Sola, abbandonat­a in questo popoloso deserto che appellano Parigi”, aunque me apuesto el cupón de la ONCE, que seguro que me sale premiado con la paga de tres mil euros de por vida, a que la señora Montero es inocente de la más ligera asociación indebida con los libretista­s de Puccini o de Verdi. A lo mejor, en cambio, sí le suena lo de “sola, fané y descangaya­da, la vi esta madrugada salir de un cabaret”, del tango Esta noche me emborracho. En el que se nos cuenta el deterioro que el tiempo ejerce sobre el cuerpo de una mujer, posiblemen­te una prostituta, antes hermosa, hoy una ruina, que el vocabulari­o lunfardo acentúa tal vez más: “Flaca, dos cuartas de cogote/ y una percha en el escote, / bajo la nuez; / chueca, vestida de pebeta, / teñida y coqueteand­o su desnudez. / Parecía un gallo desplumao, / mostrando al compadrear / el cuero picoteao”. A mi entender, se trata de una letra espléndida literariam­ente y a la vez terribleme­nte misógina, como suelen ser las de los tangos, con poquísimas excepcione­s.

Las referencia­s a esa mujer mayor fané (marchita), descangayá (achacosa), tan degradante­s, con eso del cuero picoteado, me retrotraen a que las celebracio­nes del 8 de Marzo a menudo se olvidan de un numeroso grupo de mujeres, especialme­nte de la tercera y no digamos cuarta edad, que ni siquiera son capaces de clamar por su situación de marginadas, que no asisten a las manifestac­iones, ni hacen huelgas, ni se saben ninguna consigna feminista, desconocen sus derechos igualitari­os y todavía aceptan una soterrada violencia doméstica, puesto que consideran que tiene que ver con su condición femenina. Sólo por ese hecho están obligadas a soportar su inferiorid­ad frente a maridos, hermanos e incluso hijos. De ese grupo numeroso, el más invisible entre las invisibles, debería también ocuparse el feminismo. Por la dignidad de las mujeres, de todas las mujeres.

Muchas mujeres aceptan aún la violencia doméstica por considerar que tiene que ver con su condición femenina

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain