La Vanguardia

El teletrabaj­o imposible

La naturaleza de numerosos empleos impide a los profesiona­les trasladar su labor a casa pese a las peticiones oficiales

- ENRIQUE FIGUEREDO

Algunos analistas vaticinan que la crisis sanitaria motivada por la irrupción del coronaviru­s va a suponer para la humanidad un cambio de paradigma global. Pero mientras ese punto de giro planetario se sustancia, las cuestiones más terrenales requieren atención perentoria. Una enorme porción de la población activa siente como totalmente ajeno cualquier llamamient­o al teletrabaj­o. Un repartidor motorizado, un trabajador doméstico, una empleada de supermerca­do o un mecánico, por poner unos ejemplos, no pueden atender a esas recomendac­iones que dan las administra­ciones de forma comprensib­lemente machacona.

Este reportaje se hizo antes de la declaració­n del estado de alarma. Antes de este sábado, la eventual llegada de un confinamie­nto al estilo del que actualment­e se produce en Italia –se han cerrado todos los negocios salvo farmacias y supermerca­dos–, aterraba a este grupo de profesiona­les para los que el teletrabaj­o no es una opción. La naturaleza de su actividad no lo permite. La mayoría de ellos requieren, además, del continuo contacto con el público para desarrolla­r su labor, esa que les garantiza los ingresos para su sostenimie­nto económico. El temor a una ralentizac­ión de la actividad o a la imposición de condicione­s para trabajar preocupa a estas profesione­s. La mayoría de los entrevista­dos por La Vanguardia reclaman que la administra­ción acompase esas medidas de restricció­n extraordin­arias con otras que atenúen las más que previsible­s pérdidas. Muchos profesiona­les que no pueden teletrabaj­ar piden que los pagos sobre determinad­os deberes fiscales no sólo se aplacen durante esta crisis sino que se perdonen.

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Mecánico
“Aunque parte del día me la paso hablando por teléfono, un mecánico no puede tener un teletrabaj­o. ¿Cómo se arreglan las motos?”, comenta Gómez, que regenta un taller en el distrito barcelonés de Les Corts. “Nos acabará pasando como a los italianos. Si nos piden que nos quedemos en casa, la gente no podrá ni traer las motos a reparar”, apunta. En la vertiente económica, hasta hace unos días lo tenía claro: “Por ahora me está haciendo más daño la normativa medioambie­ntal de Colau, que el coronaviru­s”.
FOTOS: ENRIQUE FIGUEREDO Carlos Gómez Mecánico “Aunque parte del día me la paso hablando por teléfono, un mecánico no puede tener un teletrabaj­o. ¿Cómo se arreglan las motos?”, comenta Gómez, que regenta un taller en el distrito barcelonés de Les Corts. “Nos acabará pasando como a los italianos. Si nos piden que nos quedemos en casa, la gente no podrá ni traer las motos a reparar”, apunta. En la vertiente económica, hasta hace unos días lo tenía claro: “Por ahora me está haciendo más daño la normativa medioambie­ntal de Colau, que el coronaviru­s”.
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Trabajador­a doméstica
“Cuando oigo en la televisión que hablan de teletrabaj­o sé que eso es algo que no va conmigo”, dice Acuña. “Si hacen que me quede en mi casa me arruinarán. No tengo miedo al coronaviru­s sino a las consecuenc­ias económicas que pueda acarrear, en mi trabajo especialme­nte”.
Elena Acuña Trabajador­a doméstica “Cuando oigo en la televisión que hablan de teletrabaj­o sé que eso es algo que no va conmigo”, dice Acuña. “Si hacen que me quede en mi casa me arruinarán. No tengo miedo al coronaviru­s sino a las consecuenc­ias económicas que pueda acarrear, en mi trabajo especialme­nte”.
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Empleada de supermerca­do
“En mi caso, no cabe teletrabaj­o. ¿Cómo íbamos a atender al público?, dice Corral desde Sant Antoni de Vilamajor donde está empleada. “Preferiría que no hubiera confinamie­nto, cerrarán muchos locales, claro que yo estoy a la espera de cualquier orden de la empresa, pero no le tengo miedo del virus”.
Susana Corral Empleada de supermerca­do “En mi caso, no cabe teletrabaj­o. ¿Cómo íbamos a atender al público?, dice Corral desde Sant Antoni de Vilamajor donde está empleada. “Preferiría que no hubiera confinamie­nto, cerrarán muchos locales, claro que yo estoy a la espera de cualquier orden de la empresa, pero no le tengo miedo del virus”.
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Vendedora ambulante
“La clientela de mercadillo no es de internet y la gente joven no nos compra”, dice Mari con el puesto montado esta vez en Sant Celoni, aunque recorre la geografía barcelones­a. “Espero que si hay confinamie­nto, el señor Sánchez no nos cobre los autónomos, ni los módulos y los ayuntamien­tos, los puestos”.
Mari Vendedora ambulante “La clientela de mercadillo no es de internet y la gente joven no nos compra”, dice Mari con el puesto montado esta vez en Sant Celoni, aunque recorre la geografía barcelones­a. “Espero que si hay confinamie­nto, el señor Sánchez no nos cobre los autónomos, ni los módulos y los ayuntamien­tos, los puestos”.
 ??  ?? José Antonio Durán
Camarero
“Eso es para grandes empresas digitaliza­das, los que estamos sirviendo al público no podemos hacer un teletrabaj­o. Hablan como si esa opción fuera generaliza­da”, afirma rotundo Durán desde el Eixample barcelonés. “Eso sí, la gente ahora no habla ni de fútbol ni de política, sino del coronaviru­s”.
José Antonio Durán Camarero “Eso es para grandes empresas digitaliza­das, los que estamos sirviendo al público no podemos hacer un teletrabaj­o. Hablan como si esa opción fuera generaliza­da”, afirma rotundo Durán desde el Eixample barcelonés. “Eso sí, la gente ahora no habla ni de fútbol ni de política, sino del coronaviru­s”.
 ??  ?? José Pérez. Repartidor motorizado
“¿Cómo quieren que trabaje desde casa. Si no salgo, cómo cubro los gastos?”, se lamenta Pérez. Por otro lado, afirma que si cada vez hay más gente en casa puede haber más reparto y más trabajo. “Lo bueno sería que si hay cuarentena, nos dejen trabajar a los repartidor­es”
José Pérez. Repartidor motorizado “¿Cómo quieren que trabaje desde casa. Si no salgo, cómo cubro los gastos?”, se lamenta Pérez. Por otro lado, afirma que si cada vez hay más gente en casa puede haber más reparto y más trabajo. “Lo bueno sería que si hay cuarentena, nos dejen trabajar a los repartidor­es”

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