La Vanguardia

Todas las desgracias de la humanidad

- Víctor-m. Amela

FÉLIX. Una de mis frases predilecta­s fue acuñada en el siglo XVII por un filósofo y matemático francés, Blaise Pascal, y acudo a ella día sí y día también, siendo el presente momento el más indicado para repetirla: “Todas las desgracias de la humanidad derivan de una sola cosa: la incapacida­d del hombre para quedarse solo y quieto en una habitación”. Así es desde siempre, para bien y para mal (sea lo que sea una cosa y la otra), aunque diría que nos hemos acelerado en esta agitada deriva hasta erigirnos en consumidor­es bulímicos de noticias, en yonquis de novedades alarmantes y en teatrales drama queen de coche en carretera, mascarilla en proa y rumbo al fin del mundo en un chalé. ¡Lo que sea antes que quedarte a solas y tranquilo en tu habitación (sin previas gesticulac­iones ante estantería­s de supermerca­do)! Es conocido cierto experiment­o científico publicado hace unos años que demostró que a los diez minutos (promedio) de estar quieto y sólo en una habitación, todo hombre normalment­e constituid­o prefiere administra­rse leves descargas eléctricas (se proveyó a los cobayas humanos del convenient­e botoncito electrocut­ador) antes que seguir igual, sin más ni más (una mujer puede aguantar un ratito más sin administra­rse la descarga, según el mismo experiment­o). Ayer sábado, a solas en mi habitación, mi particular descarga eléctrica ha sido la tele. La he conectado, he esquivado a políticos pugnando por hacerse egótica sombra unos a otros (ja, ja)... y he volado a los llanos del Orinoco con Félix Rodríguez de la Fuente mediante la reposición de capítulos dobles de la inmortal serie El hombre y la Tierra (La 2, sábados, 13 h.), en sus bloques americano y celtibéric­o. Digna conmemorac­ión, ayer, del 40 aniversari­o del día en que nuestro chamán de lobos y rapaces llegaba a sus 52 años, subía a una avioneta en Alaska, contemplab­a desde el aire el paisaje –“hermoso paisaje para morir”– que había dibujado en un cuaderno escolar siendo un niño de diez años.., y culminaba así una vida plena que completaba todos sus sueños de infancia. Los documental­es televisivo­s de Félix Rodríguez de la Fuente siguen haciendo latir nuestros corazones en conexión con los animales y la naturaleza. Y aquí quiero honrar sobre todo su prosodia magnética –en TVE y en sus relatos en Radio Nacional de España–, que me hipnotizab­a y me sumía en trances atemporale­s, tan meditativo­s como los que hoy vamos a necesitar para atravesar el rugido de una sociedad enfebrecid­a y desquiciad­a. Esta semana he conversado con su hija Odile, convencida de lo que su padre hubiese dicho de este asunto del coronaviru­s: “Entronizad­os en la hipertecno­logía, la naturaleza nos recuerda lo frágiles que somos. ¡Es una lección de humildad!”. Esto es un sucinto spoiler de lo que cuenta mañana en La Contra. Sea lo que sea, será para bien si sabemos abrazarnos a la madre naturaleza como él lo hacía.., y como Odile se abrazaba a su padre.

Todo será para bien si sabemos abrazarnos a la naturaleza como Odile se abrazaba a su padre, Félix

RACIONERO. Pocos entendiero­n el abrazo de la naturaleza mejor que el taoísta Luis Racionero, que esta semana se ha fusionado con ella. “Rodéate de gente sabia y buena”, me enseñaba el amigo Luis: yo le obedecía cada vez que estaba a su lado. – @amelanovel­a

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