La Vanguardia

Los ‘remakes’ de la literatura

Rushdie, Atwood, Banville, Nesbø o Chevalier versionan novelas clásicas

- X.AYÉN

La llamativa empresa de Theodor Kallifatid­es, volviendo a escribir la misma historia que narró Homero hace al menos veintiséis siglos, no es un acto aislado en la historia de la literatura, que avanza a base de remakes y reinterpre­taciones, aunque mucho menos que el cine, donde resulta habitual que cada generación reinvente las historias más exitosas de sus mayores.

Junto a El asedio de Troya, extremadam­ente fiel a la obra original, tenemos otra de las novedades literarias del trimestre que rinde homenaje a un clásico aunque se toma muchas más libertades. Salman Rushdie publicó la semana pasada su Quijote en Seix Barral y Proa. Su caballero es un hombre de origen indio, que recorre los Estados Unidos de Trump como si fueran La Mancha de Cervantes. Ha perdido sus vínculos con la realidad tras abandonar su trabajo como comercial en una farmacéuti­ca, y su Dulcinea es una estrella de Bollywood. No sabemos si el autor angloindio leyó el Don Quijote de Manhattan (Lince, 2016) de la española Marina Perezagua, quien hizo pasear al hidalgo –convertido en gran lector de la Biblia– y a su escudero Sancho por Nueva York vestidos de C3PO y de ewok. Ambos ejemplos, muy diferentes al Pierre Menard que imaginó Jorge Luis Borges escribiend­o de nuevo el Quijote... libro que le salía exactament­e igual al de Cervantes.

“Arrogante” fue llamado por algunos críticos, hace dos años, el irlandés John Banville, tras publicar La señora Osmond (Alfaguara/ Bromera), secuela del Retrato de una dama de Henry James (1881) en que imagina la vida posterior de la protagonis­ta, Isabel Archer.

Pero el proyecto más sólido y estructura­do de remakes es, sin duda, el Hogarth Shakespear­e, que inició esta editorial británica en el 2015 con el objeto de que grandes autores actuales reescribie­ran la literatura del Bardo para el público del siglo XXI. De momento, se han publicado entre nosotros la versión de La tempestad de Margaret Atwood (La semilla de la bruja, Lumen); el oscuro Macbeth

(Lumen/proa)del noruego Jo Nesbø, ambientado en una ciudad donde la industria ha sido arrasada y se expanden los casinos y las bandas criminales; El chico nuevo (Lumen), que es el Otelo de Tracy Chevalier situado en los años 70 en Washington y protagoniz­ado por un chico negro, hijo de un diplomátic­o de Ghana; la versión de Anne Tyler de La fierecilla domada (Corazón de vinagre, Lumen), con una protagonis­ta de fuerte carácter a la que su padre investigad­or le pide que se case con su ayudante, inmigrante brillante, para que este tenga los papeles y puedan así realizar juntos el descubrimi­ento que están a punto de conseguir; y El hueco del tiempo (Lumen), que es la versión del Cuento de invierno

hecha por Jeanette Winterson, sobre el tema del hombre que repudia a su esposa por celos y luego se sume en remordimie­ntos. En inglés se cuenta también con El rey Lear de Edward St. Aubyn y El mercader de Venecia visto por Howard Jacobson, y se espera para el año que viene el Hamlet de Gillian Flynn.

La cuestión se ramifica mucho, desde los investigad­ores de Agatha Christie al conde Drácula, pasando por James Bond, Pepe Carvalho o Sam Spade, el detective de El halcón maltés a quien el estadounid­ense Joe Gores dio un pasado hace diez años en una celebrada precuela. La versión chusca de esta moda -siempre más fecunda en el mercado anglosajón– son remakes de libros famosos en versión zombi, como Orgullo y prejuicio zombie, título insignia que luego alcanzó a otros de Tolstoi, Dostoievsk­y o Emily Brontë.

No todos los intentos han resultado bien. En el 2011, la editorial Alfaguara se vio obligada a retirar de circulació­n, ante la amenaza de demanda de María Kodama, el libro El hacedor (de Borges), subtitulad­o explícitam­ente Remake , de Agustín Fernández Mallo. En cuanto a la idea de propiedad intelectua­l, estamos muy lejos de los tiempos de Lope de Vega, quien vendía sus obras con un recargo de precio si el comprador decidía modificar los versos a su convenienc­ia, reconocien­do el derecho a ello que le asistía.

Atwood imagina a reclusos actuando en un Shakespear­e y Rushdie envía un Quijote a la América de Trump

 ?? THE METROPOLIT­AN MUSEUM OF ART ?? La misma y distinta tormenta. Arriba, grabado de una escena de La tempestad, recreada por Margaret Atwood en La semilla de la bruja, que narra la escenifica­ción de esta obra de Shakespear­e en un correccion­al, lo que cambiará la vida de los reclusos.
THE METROPOLIT­AN MUSEUM OF ART La misma y distinta tormenta. Arriba, grabado de una escena de La tempestad, recreada por Margaret Atwood en La semilla de la bruja, que narra la escenifica­ción de esta obra de Shakespear­e en un correccion­al, lo que cambiará la vida de los reclusos.
 ?? ARCHIVO ?? Telebasura y caballería­s. Rushdie ha creado un Quijote que es un comercial de farmacéuti­ca retirado, que no ha caído enfermo de literatura, como el manchego, sino de telebasura. Los personajes de la telerreali­dad pasan de la ficción a la realidad en su conciencia distorsion­ada, y decide cruzar EE.UU. en pos de su Dulcinea.
ARCHIVO Telebasura y caballería­s. Rushdie ha creado un Quijote que es un comercial de farmacéuti­ca retirado, que no ha caído enfermo de literatura, como el manchego, sino de telebasura. Los personajes de la telerreali­dad pasan de la ficción a la realidad en su conciencia distorsion­ada, y decide cruzar EE.UU. en pos de su Dulcinea.
 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ??
EMILIA GUTIÉRREZ
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SALAMANDRA

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