El anfiteatro Cruyff
Hace un par de años comenté en esta sección el Wanda Metropolitano, el estadio del Atlético de Madrid que es un paradigma del equipamiento futbolístico monumental. Durante años, los estadios más famosos han sido los de mayor dimensión, tipo Maracaná o Wembley. Pero el tamaño ya no es lo que más importa. En tiempos de retransmisiones televisivas y público in situ no siempre al alza, el reto es construir estadios más pequeños pero equipados para satisfacer todos los requerimientos de la alta competición.
Un ejemplo es el Johan Cruyff, inaugurado a principios de temporada en la Ciutat Esportiva Joan Gamper que el Barça tiene en Sant Joan Despí. Instalación ideada para sustituir al Miniestadi, como sede del Barça B, los equipos inferiores y ahora también el femenino, hubo que modificar el proyecto, según el Barça femenino ganaba proyección, para que hubiera vestuarios para todos.
Sea cual sea su aforo, todo estadio debe buscar la cercanía entre espectadores y jugadores, la empatía, el calor humano. En el Cruyff, hay tan sólo cinco filas de butacas alrededor del terreno de juego, que en el lado de la tribuna son una decena. Pero pese a este aforo limitado –que permite una aseada curvatura en los vértices, sin abombar la planta del estadio– la sensación de calor está lograda. En parte porque el nivel de la escena futbolística se ha excavado y es inferior al de los accesos, como en un anfiteatro clásico. En parte, porque hay graderías en los cuatro lados. Y, en parte, porque el canto de la marquesina que cubre las localidades de tres lados, y continúa a modo de zócalo de las localidades superiores en el lado de la tribuna, forma una línea continua que abraza el recinto y refuerza su compacidad. Este limitado aforo ha permitido a los autores proponer un holgado deambulatorio, cómodos accesos por las esquinas, servicios complementarios y facilidades para el mantenimiento de la instalación.
Aunque se huyó en todo momento de la propuesta icónica y la discreción es nota dominante en esta obra –salvo en los falsos techos con colores blaugrana–, los arquitectos han dispuesto en la única fachada alta, en la trasera de la tribuna, un millar de discos del diámetro de una pelota, que le dan vibración.
Cruyff decía que el fútbol debe jugarse de modo que se convierta en espectáculo. Pese a su formato ligero, el estadio que lleva su nombre en Barcelona reúne todas las condiciones para ello.