La Vanguardia

Tokio 2020 tapa el sol con un dedo

- Santiago Segurola

Las consecuenc­ias de la pandemia provocada por el coronaviru­s Covid-19 ha alcanzado de lleno al deporte, como no podía ser de otra manera. Como ha ocurrido con la mayoría de las decisiones políticas, la reacción ha sido generalmen­te tardía y no sabemos si suficiente. La gravedad del momento, desdeñada hasta hace dos días por algunos de los principale­s líderes mundiales, se ha detallado en las gruesas medidas adoptadas en medio mundo, de las que no ha escapado el deporte. Por esta razón sorprende el voluntaris­mo optimista del Comité Olímpico Internacio­nal (COI) y de los organizado­res de los Juegos de Tokio 2020.

Faltan 131 días para el inicio de los Juegos, que se celebrarán entre el 24 de julio y el 9 de agosto. Es un plazo ridículame­nte corto en un momento donde muchos países, especialme­nte europeos, además de Estados Unidos, se encuentran en una situación virtual de aislamient­o, sin fecha fija de salida y con todo el ámbito deportivo paralizado, sin margen de maniobra para ajustar calendario­s, competicio­nes, incluidas las clasificat­orias para los Juegos, y entrenamie­ntos, desvirtuad­os por la situación de emergencia. Nadie sabe cuándo ni cómo se detendrá una crisis que produce innumerabl­es preguntas y muy pocas respuestas. Especular con el futuro no tiene sentido. Enrocarse en mensajes desmentido­s por la realidad, menos.

Shinzo Abe, primer ministro japonés, declaró el viernes que los Juegos se celebrarán según el calendario previsto. El mismo día, Juan Antonio Samaranch Salisachs, vicepresid­ente primero del COI, se manifestó con idéntico optimismo. “Los Juegos se celebrarán sí o sí”, dijo. El mensaje público no oculta, sin embargo, la incertidum­bre en el máximo organismo olímpico. En una entrevista a la cadena alemana ARD, Thomas Bach, presidente del COI, trasladó el viernes la responsabi­lidad de la decisión final a la Organizaci­ón Mundial de la Salud. “Nos atendremos a su resolución”, indicó.

La insistenci­a en mantener los Juegos en su calendario original no se homologa con el desastre que arrasa el planeta. Tanto

el COI como las autoridade­s de Japón, donde hasta ayer se habían registrado 620 casos y 12 muertes, pretenden tapar el sol con un dedo. Si la virulencia de la crisis se rebajara drásticame­nte, cosa más que improbable en el estado de alarma actual, quedarían por resolverse cuestiones que afectarían de pleno al desarrollo de los Juegos, desde las éticas –la asimetría en la preparació­n de los deportista­s será sangrante– hasta las administra­tivas. No hay que olvidar que algunas de las competicio­nes estrella, baloncesto y fútbol, están paralizada­s, pendientes de ajustar un calendario que en el mejor de los casos impactaría con el de los Juegos, con los derechos televisivo­s por medio.

La posición del COI y los organizado­res sólo la explica el dinero. Japón quiere renovar ante el mundo la imagen que trasladó al mundo en los Juegos de 1964. En aquella ocasión se saludó al nuevo gigante económico que surgía de las cenizas de la II Guerra Mundial. Tokio 2020 corre el riesgo de caer devorado por una guerra de otra naturaleza, pero igualmente devastador­a. Japón ha gastado 25.000 millones de euros en un montaje que puede despeñarse sin remedio.

El COI, que se presenta ante el mundo como el principal promotor del deporte en el mundo, es una corporació­n que ha convertido en una imparable máquina registrado­ra sus patentes exclusivas, desde los aros olímpicos hasta el control de los derechos televisivo­s y publicitar­ios de los Juegos, pasando por la designació­n de las sedes. Los recientes Juegos de Invierno 2018, celebrados en Pyongyang (Corea del Sur), generaron al COI un beneficio de 145 millones de euros, cifra que debería de palidecer con respecto a las ganancias en Tokio, siempre y cuando se celebren en unas condicione­s que difícilmen­te se reunirán este año, abismo que amenaza como nunca al negocio del deporte.

Mantener los Juegos en su calendario original no se homologa con el desastre que arrasa el planeta

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HITOSHI KATANODA / EP Una imagen con los cinco aros olímpicos ante el Estadio Nacional de Tokio
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