La Vanguardia

Theodor Kallifatid­es

Escritor

- SANTIAGO RONCAGLIOL­O Barcelona

El escritor griego Theodor Kallifatid­es emigró a Suecia, donde escribió toda su obra en la lengua de su país de acogida, y ahora ha regresado al griego para reescribir y actualizar la Ilíada en El asedio de Troya

Los nazis sí que sabían de arte. En 1937 organizaro­n la mejor exposición plástica del siglo XX. Reunieron a Picasso, Chagall, Kandinsky, Klee, lo más selecto de las vanguardia­s de la primera mitad del siglo. Es verdad que la idea no era celebrarlo­s, sino humillarlo­s. La exposición se titulaba Arte degenerado. Muchos cuadros fueron colgados al revés, sin marco o acompañado­s de leyendas burlonas. Sus autores fueron despedidos de cualquier puesto docente. Aún así, si no estabas en esa exposición, no eras nadie.

De lo que no entendían tanto los nazis era de censura. Y mira que tenían oficio. A pesar de su nutrida experienci­a silenciand­o medios de comunicaci­ón, opositores políticos y voces disidentes, con el arte cometieron un error: exhibirlo. La exposición recibió dos millones de visitas y recorrió galerías alemanas durante tres años. Lo que es más importante: la vanguardia fue declarada enemiga del III Reich, adquiriend­o un sentido muy poderoso, y una trascenden­cia histórica que contribuir­ía a su consagraci­ón en el futuro.

El poder siempre ha temido a la cultura, porque invita a ver el mundo de otras formas, formas únicas e incontrola­bles que excitan la imaginació­n, y por eso pueden alimentar la crítica. Paradójica­mente, la censura cultural atrae la atención sobre ella como un imán. Todo el mundo quería ver

La última tentación de Cristo cuando la Iglesia católica exigió no verla. La fuerza de L’estaca de Lluís Llach se basaba en su complicida­d con el público por las cosas que Franco les impedía decir. Cuando el gobierno de Kazajistán prohibió la comedia

Borat por faltarle al respeto a su nación, su nación arrasó con el DVD en el mercado negro.

El nuevo coronaviru­s es el poder político más poderoso que ha existido. El primero que doblega a los líderes de todos los imperios del planeta. Y para más efectivida­d, ha perfeccion­ado el concepto de censura. Las imágenes de estos museos y monumentos vacíos son la mejor prueba. Qué no habrían dado los nazis por vaciar el museo del decadente Dalí. Cuánto les habría gustado dejar al Gernika solo, plastifica­do, como un yogur caducado y olvidado en el fondo de una nevera.

El virus no impide contemplar las piezas. Ni siquiera las obras de teatro y los conciertos. Nuestros creadores se baten heroicamen­te contra el silencio. Los museos y centros culturales siguen abiertos en internet, defendiend­o a capa y espada la última trinchera del disfrute cultural. El Prado ha potenciado las visitas virtuales a través de sus redes sociales. José Corbacho ofrece en streaming su monólogo del teatro Poliorama. Lo mismo hace Jorge Drexler con sus conciertos suspendido­s. Se ha inventado el festival virtual de música #Yomequedoe­ncasa.

El objetivo de la enfermedad es aún más perverso: evitar que compartamo­s esas experienci­as con los demás, que riamos un chiste junto a dos mil personas o coreemos un estribillo en masa. El efecto coronaviru­s reduce la experienci­a estética a la ventana de una pantalla, entre las llamadas telefónica­s, los mails y la lista de la compra de productos básicos.

Lo que mata la cuarentena es la experienci­a social de la cultura. El recuerdo de subirnos al escenario

Sólo ahora entendemos que el arte nos ayuda a comparar nuestras experienci­as, a compartir el mundo

LA CENSURA

El poder siempre ha temido a la cultura, porque invita a ver el mundo de otras formas

VISITAS VIRTUALES

Los museos siguen abiertos en internet, defendiend­o a capa y espada la cultura

EL CORONAVIRU­S

Es lo único que tienen en común Tom Hanks, Irene Montero y el vecino del cuarto

en un concierto. La salida con el colegio para ver cuadros impresioni­stas. El paseo con nuestros hijos por aquella exposición de los vampiros. La película sobre la Guerra Civil que nos tiene toda la cena discutiend­o de política con nuestros amigos. El beso en el cine. Sólo ahora entendemos que el arte nos ayuda a comparar nuestras experienci­as, a compartir el mundo.

Irónicamen­te, nada había sido tan compartido en este mundo como el Covid-19. Es lo único que tienen en común Tom Hanks, Irene Montero y el vecino del cuarto. Nos creíamos que era muy diferente ser asiático o europeo, catalán o español, de izquierdas o de derechas. El último 8-M hubo hasta peleas entre mujeres trans y las demás. Para el virus, sólo somos humanos.

Cuando salgamos de esta, y volvamos a pararnos frente a Las meninas, segurament­e veremos a nuestro lado a una persona de otro color, de otro género, que habla otro idioma. Ojalá entonces podamos recordarlo.

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EMILIA GUTIÉRREZ Las meninas de Velázquez, en la sala central del Museo del Prado, no tienen quien las visite
 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? Cuarentena de plástico para el Gernika mientras dure el cierre
EMILIA GUTIÉRREZ Cuarentena de plástico para el Gernika mientras dure el cierre
 ?? XAVI JURIO ?? La fachada de la Pasión de la Sagrada Família
XAVI JURIO La fachada de la Pasión de la Sagrada Família
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PERE DURAN / NORD MEDIA El Teatre Museu Dalí también guarda silencio
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