DESPEDIDA DEL OCIO AL AIRE LIBRE
Las playas de Barcelona se llenaron ayer a pesar de las recomendaciones de limitación de movimientos.
La imagen de ayer de Barcelona no fue la habitual: demasiado silencio, pocos peatones y menos tráfico, aunque tampoco fue la de una ciudad confinada. La zona de montaña, y especialmente de la playa, se convirtió en el refugio de quienes también tuvieron la necesidad de salir a tomar el aire, despejarse o hacer deporte. O simplemente matar el tiempo. Porque en la capital catalana, al contrario de lo que por ejemplo pasa en otras ciudades europeas como Roma, todavía quedan turistas.
Tras la disposición del Govern de que cerrasen comercios, bares y restaurantes se impusieron las persianas cerradas en casi la totalidad de la capital catalana, si bien algunos establecimientos se resistieron –hubo más de una vien sita informativa de la Guardia Urbana–, otros aprovecharon limbos –como algunas panaderías con cafetería– y más de un restaurante mantuvo, o se reorientó, a la comida para llevar.
Las bicicletas de reparto de comida, aunque bastante menos habituales que otros días, se dejaron ver, y algunos de los take away de Ciutat Vella hicieron su agosto: las porciones de pizza generaron algunos casos colas casi tan largas como las que se pudieron ver en supermercados de la ciudad, y prácticamente en toda Catalunya, desde primera hora de la mañana.
El litoral y principalmente Ciutat Vella se convirtieron en el gran refugio del no confinado; una concurrencia que hizo que hubiera un repunte de manteros en casi toda la costa vendiendo pareos. O que las terrazas de la zona del hospital del Mar –cerradas en cumplimiento de la orden de la Generalitat–, fueran utilizadas por paseantes y turistas para tomar una cerveza compradas en colmados cercanos.
Con un tramo de litoral, especialmente entre la Barceloneta y el hotel Vela, convertido en pista de atletismo pero también en pista de carreras de patinetes eléctricos pilotados por turistas; los gimnasios playeros, alternativa a los equipamientos cerrados, superaron en algunos momentos el aforo permitido.
La concurrencia en el litoral, pero también en el Raval, en donde había más tiendas de carcasas de móvil abiertas que farmacias, y sorprendentemente un alto número de despedidas de soltero, contrastó con la imagen del resto, de una ciudad casi vacía.
Calles desérticas en Gràcia, Sants, Les Corts, Horta o el Eixample, también en Nou Barris, durante todo el día y especialmente en cuanto comenzó a hacerse de noche. Puntos en los que, en algunos momentos, tan sólo se pudo ver vida en el entorno de las tiendas de comida que sí
LA RESISTENCIA Los manteros repuntaron en la costa, que se llenó de turistas y corredores
Y EL VACÍO El silencio reinó en arterias principales de la ciudad como la Diagonal y Aragó
permanecían abiertas. En esa Barcelona más doméstica, el silencio llegó a llenar arterias principales como la Diagonal o la calle Aragó, por donde la circulación viaria fue más propia de un domingo, pero no la de uno cualquiera, sino la de uno de pleno mes de agosto.
Según datos del Servei Català de Trànstit, a las 14 horas de ayer el tráfico en los carriles de salida de la ciudad fue un 53% menos que el sábado pasado, un 51% menos en el caso de la entrada. El viernes –a pesar del éxodo de algunos vecinos a zonas de montaña– ya hubo una reducción del 15% a lo largo del día que alcanzó el 24% a partir de las 16 horas.
La disminución del tráfico fue especialmente metropolitana: no hubo movilidad, pero la reducción fue también evidente en transporte público. Metros y tranvías también vacíos.
De hecho, TMB decidió suspender excepcionalmente la circulación de convoyes durante la madrugada del sábado. Y Ferrocarrils de la Generalitat adelantó también la finalización del servicio a las 23 horas.
La Estació de Sants fue también un páramo, especialmente por la tarde; si bien por la mañana sí que hubo colas para cambiar, avanzar o anular viajes... Colas que sí que fueron más constantes en las instalaciones aeroportuarias de El Prat. Allí, durante todo el día, muchos turistas que están pasando unos días de vacaciones en Barcelona se desplazaron hasta el aeródromo para pedir información sobre sus vuelos. Querían obtener información sobre si estaba cancelado, reprogramado e incluso si tenían la opción de adelantar su regreso a casa por temor a quedarse encerrados en Catalunya sin poder salir. Alguno lamentó el elevado coste que le podía suponer volver a su país. También se vieron colas en la parada del Aerobús, encargado de transportar pasaje desde la capital catalana hasta el aeródromo.
Por otro lado, se registraron algunos retrasos en el tráfico aéreo porque dos trabajadores del centro de control aéreo de Barcelona, situado en Gavà, han dado positivo en Covid-19.
Las medidas de prevención para evitar el contagio del coronavirus y garantizar la continuidad operativa en una infraestructura clave redujeron la capacidad de gestión de vuelos.
A excepción de estas demoras, según fuentes de Aena, la operativa de ayer en El Prat estuvo marcada por la “normalidad”, aunque fue más reducida de lo habitual, situación que se ya hace días que se viene produciendo.
En este sentido, el aeropuerto de Barcelona registró una caída del 19,8% en pasajeros durante la primera semana del mes de marzo en comparación con el mismo periodo del año pasado. La reducción de operaciones fue del 5,7%. Un efecto que puede continuar o incluso agravarse durante los próximos días.