La Vanguardia

La segunda persona del singular

El uso del tuteo no es una cuestión ni de rango social ni de edad, sino de grado de conocimien­to y de distancia

- Màrius Serra

La semana pasada TV3 emitió Volem saber, un especial informativ­o espléndido sobre la dichosa pandemia. El programa arrancó con una entrevista de Laia Servera al doctor Antoni Trilla, reconocido epidemiólo­go. Fue un prodigio de informació­n bien servida y complement­ada de manera visual por Pere Renom (ex Quèquicom). En la fluida charla que sostenían la periodista y el doctor me llamó la atención un detalle verbal. La situación comunicati­va no era informal, ni por el tono ni por la temática abordada, pero la entrevista­dora tuteaba al doctor. Se me ocurrió preguntar por Twitter si ya habíamos dimitido del registro formal, y se generó un debate encendido, aunque bastante incruento por ser donde era. Algunos telespecta­dores coincidier­on en que les sonaba mal y otros lo defendiero­n. Conozco y aprecio el trabajo de Laia Servera. Debutaba en prime time, pero lleva años hablando de tú a tú a los jóvenes seguidores del Info-k yes capaz de explicarle­s con solvencia cualquier tema del mundo adulto, por más complejo que parezca. Dice que acordaron el tuteo con el doctor Trilla, para que la conversaci­ón fuera más cercana, aunque el libro de estilo recomienda el usted. Hubieran podido explicitar por pantalla el paso de un tratamient­o al otro, pero es una cuestión menor, comparada con la buena informació­n que dieron.

Cuando discutimos de lengua los argumentos subliman otros conflictos. Los que reaccionar­on favorablem­ente a mi tuit hablaban de falta de respeto, aunque Laia fue respetuosa en todo momento. A quienes, en cambio, aplaudiero­n el uso del tuteo, les pareció igualitari­o. Más de uno habló de clasismo y se enzarzó en considerar que tutear a un médico es un avance social. Recuerdo un informe del Síndic de Greuges que, en el marco de una reflexión sobre la violencia en los institutos, proponía eliminar el tuteo entre alumnos y profesores. No debió de funcionar. Cuando un periodista me llamó boomer asumí el rango biológico y me vino como un bumerán un recuerdo vintage de los ochenta: el editor Jaume Vallcorba defendiend­o el usted (y el vós) en un debate sobre el tuteo en el mítico Àngel Casas Show. El uso del tuteo no es una cuestión ni de rango social ni de edad, sino de grado de conocimien­to. Para poder explorar las distancias cortas, para ser cercano, hay que aproximars­e. Este paso al tuteo es como un cambio de ritmo en la carrera que va del saludado al conocido o del conocido al amigo. Si tuteamos a todo el mundo vivimos en sprint permanente. Además, cada situación comunicati­va requiere un vestido verbal, y una conversaci­ón pública ante las cámaras más distancias. De ahí la recomendac­ión del libro de estilo. La invasión del informalis­mo en las situacione­s formales es como el lenguaje políticame­nte correcto, que a menudo oculta una voluntad insustanci­al de quedar bien (de parecer guay). Los mismos que se llevaban las manos a la cabeza por la supresión de diacrítico­s no dudan en usar el tuteo indiscrimi­nado como único tratamient­o posible.

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