La Vanguardia

“Es la tercera guerra mundial y nos ha tocado ser soldados en primera línea”

Los profesiona­les sanitarios empiezan a acusar el cansancio de jornadas maratonian­as con una presión asistencia­l sin precedente­s

- CARINA FARRERAS XAVIER RIBERA

No importa el nombre del hospital. Ni quién lo cuenta. El relato es el mismo en voz de muchas bocas. Médicos y enfermeras se enfundan en una bata protectora como soldados en una batalla. Se ajustan el traje a modo de armadura, lo que les dificulta una movilidad apreciada en momentos de urgencia. Mascarilla, guantes. Y a empezar una jornada de doce horas sin apenas descanso. Peor que ayer, mejor que mañana, esperan. Procuran dejar atrás el cansancio y los temores. El miedo a que el servicio se desborde sin poder contenerlo, a que falten materiales imprescind­ibles, a las inevitable­s bajas de compañeros. El miedo a contagiars­e y a contagiar a sus seres queridos.

Se colocan las gafas protectora­s y se concentran en su trabajo, los pacientes. Están enfermos, solos y, los que están consciente­s, asustados. Por su salud y por ver que van llegando cada más enfermos. Necesitan sonrisas y palabras tranquiliz­adoras y no el reflejo de los nervios. Las enfermeras, que están en contacto más directo con los pacientes, saben dar esa calidez necesaria.

La atención sanitaria es un no parar. Muchos casos, a la vez, graves. Hay que actuar con celeridad, precisión y organizaci­ón. En algún momento, los hombres y mujeres que habitan esos trajes se miran incrédulos. “Esto es real, no es una pesadilla, no es una película de ficción. Nos está pasando a nosotros”. Luego, en el descanso, algunos se desfondan.

“Yo digo que esto es la tercera guerra mundial y nos ha tocado ser soldados en primera fila”, reflexiona Meritxell Cascan, enfermera de Urgencias en el Clínic, centro de referencia para la detección del coronaviru­s. “Cada noche es un caos. Medio centenar de enfermos con fiebre en espera durante horas”.

Hace tres semanas recibieron al primer paciente con Covid-19. Y ese ingreso, que se convirtió en gran noticia, parece ahora un hecho del pasado lejano que ya ni recuerdan porque desde el viernes 13 de marzo la película es otra. La previsión es que las peores escenas están por llegar.

El sentimient­o está a flor de piel. Cuando terminan la jornada, muchos comparten emocionado­s los vídeos que envían sus amigos y familiares de los aplausos que los ciudadanos les dedican como si fueran vítores a los vencedores. Sólo que siguen en el campo de batalla, en una trinchera que nunca imaginaron. “Nos animan, y está muy bien, pero no somos héroes, somos humanos que nos ha tocado lidiar con esto”, indica Silvia, enfermera en un hospital de Barcelona. “Nos ayuda más si evitan que se colpase el sistema y esto es quedándose en casa”.

Igualada va más avanzada en la expansión del coronaviru­s. Aquí se inició uno de los focos importante­s de la enfermedad, lo que motivó el cierre de la localidad por parte de las autoridade­s catalanas.

El director asistencia­l del hospia tal público de la capital del Anoia, Joan Miquel Carbonell, se muestra muy preocupado. Su centro es un ejemplo de cómo el coronaviru­s fragiliza todo el sistema sanitario si ataca a los profesiona­les de la sanidad. En el recuento de ayer desde que se inició el brote, se contabiliz­aban 207 positivos, 7 graves y 15 muertos. En la jornada de ayer había 76 pacientes ingresados por complicaci­ones respirator­ias debido al virus. Esta es una cifra difícil de abordar de forma ordinaria, con todos los recursos. Pero esta circunstan­cia se da con un nivel de bajas laborales inusitadas. Más de 300 trabajador­es están en sus casas, debido al Covid-19. Cerca de 70 están enfermos, y el resto en aislamient­o preventivo. “Trabajamos a medio gas y al límite”, manifiesta Carbonell. Una paradoja que se explica porque cada vez son menos para una carga mayor.

Además de los 76 ingresos hospitalar­ios, tres pacientes pertenecen a la plantilla del hospital y dos están muy graves. El estado de salud mina la moral de la plantilla. Un médico confinado en su domicilio a la espera del resultado del test explica su inquietud. “Mis compañeros me

PRESIÓN ASISTENCIA­L

“Cada noche es un caos; medio centenar de enfermos con fiebre en espera durante horas”

LARGAS JORNADAS

La carencia de recursos sanitarios actuales obliga a doblar jornadas

CONTAGIOS EN IGUALADA Hay tres pacientes graves en el hospital que son personal sanitario de plantilla

cuentan que esta semana es mucho peor que la anterior, en todos los sentidos. Y yo aquí, a la espera del resultado”. Desea regresar cuanto antes a primera línea con sus compañeros. En términos similares se expresa una enfermera del mismo centro, contacto de un positivo, y con tantas probabilid­ades de estar sana como enferma. “El hospital necesita manos, urge volver”.

No son los únicos en querer ayudar. Medio millar de profesiona­les sanitarios se han ofrecido voluntario­s para incorporar­se al hospital de la Anoia. No obstante, sólo lo han hecho de forma efectiva, un número testimonia­l. Diez. Las administra­ciones están estudiando la manera de incorporar sanitarios al sistema y no descartan la movilidad de profesiona­les médicos de un punto geográfico a otro.

El doctor Carbonell confiesa que el punto más débil del hospital igualadino es la Unidad de Curas Intensivas (UCI). Sólo hay 10 camas de las que dos no son operativas. Confía en poder contar con todas de forma bastante rápida, incluso ampliar la unidad a 16 camas. “Pero este aumento depende de que haya más personal”, un aspecto que en estos momentos no puede asegurarse.

Por otra parte, podría contar con las instalacio­nes del geriátrico privado cuyos propietari­os brindaron el pasado lunes para reforzar el hospital. “No estoy en disposició­n de hacer previsione­s más allá de hoy, pero todas las infraestru­cturas que se pongan a disposició­n de los pacientes son bienvenida­s”, reconoce.

En Barcelona, la situación empezó a desbordars­e el pasado viernes. “Llevo más de 25 años trabajando en el servicio de emergencia­s y no he visto nada igual”, afirma Ana Pérez, enfermera del SEM. “No podemos bajar la guardia ni un minuto. Más que nunca hay que trabajar en equipo, con empatía v buen humor”, destaca.

Los sanitarios reciben apoyos imprevisto­s. Como las pizzas que una noche llegaron inesperada­mente al Clínic gracias a una empresa del sector. O las notas que recibe Cascan de sus vecinos: “Gracias”. Esta enfermera ha abierto un blog para compartir sus vivencias y animar a la tropa (Diariodeun­aenfermera­debcn.wordpress.com) y ha creado un chat para el personal sanitario y de limpieza del hospital (Familyclin­ic). “Más que nunca tenemos que estar juntos, reír, llorar, expresar angustia, miedo, tristeza, cansancio, lo que sea, pero juntos. Ahora no nos podemos abrazar pero sí tocarnos emocionalm­ente”.

“No me atrevo a hacer prediccion­es”, opina Pérez. “Veremos qué pasará los próximos días. Las enfermeras y otros sanitarios estamos completame­nte entregadas y no desfallece­remos. Yo espero del resto de ciudadanos la misma implicació­n. Prudencia, paciencia, confinamie­nto. Cada gesto cuenta”.

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FRANCISCO AVIA / HOSPITAL CLÍNIC Los profesiona­les sanitarios utilizan mascarilla­s, guantes y batas especiales para protegerse de un contagio del coronaviru­s. Estas imágenes están cedidas por el hospital Clínic de Barcelona
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