La Vanguardia

Un sector en la UCI

- Jordi Juan Director

En esta larga batalla contra la pandemia, todavía no hemos llegado al punto álgido de la propagació­n del virus en España. Si hacemos caso a las informacio­nes de la OMS y a la experienci­a de lo sucedido en China, llegará un momento en que el número de infectados comenzará a remitir y todo volverá a la normalidad. Hay que insistir en este punto de esperanza. Esta pesadilla terminará.

Pero hay que ser realista y admitir que el pico de contagio aún está por llegar en nuestro país y nos quedan por vivir momentos de máxima tensión y preocupaci­ón. Nuestros hospitales están al borde del colapso, y las autoridade­s sanitarias ya empiezan a plantearse la apertura de pabellones deportivos, hoteles y toda clase de instalacio­nes civiles y militares para albergar a los miles de enfermos. Las unidades de cuidados intensivos (UCI) están al límite, y por eso hoy ponemos toda nuestra atención en este grave déficit.

La presión que existe hoy sobre todo el colectivo sanitario es inmensa. Llevan ya varios días en situación extrema, trabajando en condicione­s muy difíciles y con la incógnita de no ver la luz al final del túnel. Todos los elogios y felicitaci­ones que han recibido los profesiona­les de la salud son más que merecidos, pero el mejor premio para ellos será que cuando todo acabe el Gobierno recupere todas las inversione­s que este sector necesita y que año tras año se han ido perdiendo en los sucesivos recortes que se han hecho para paliar las crisis.

El gobierno resultan te del crac económico que dejará el corona virus, que algunos ya compara n incluso con el del 29, no estará en condicione­s de hacer muchos dispendios, pero la salud no puede seguir padeciendo estos recortes instrument­ales. Nos jugamos demasiado, y el coronaviru­s ha venido a dar la razón a todas las organizaci­ones profesiona­les y sindicatos médicos que llevan muchos años clamando en el desierto por la falta de medios.

Estamos en un mundo muy complejo en el que la crisis climática, que hoy parece aparcada y en segundo plano, continúa siendo la gran amenaza global, pero nos equivocarí­amos si no ordenásemo­s bien nuestras prioridade­s. La salud no puede ser la cenicienta de los presupuest­os.

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