La Vanguardia

Valentina Cepeda

Empleada del Congreso

- Enric Juliana Madrid

La imagen de la empleada del Congreso Valentina Cepeda desinfecta­ndo con mascarilla la tribuna de oradores se ha convertido en uno de los símbolos de la responsabi­lidad de la sociedad española en la lucha contra el virus.

Discurso del Rey pidiendo coraje y resistenci­a a la sociedad española ante la epidemia, con una emotiva mención a los profesiona­les de la sanidad pública. Un discurso de ánimo, sin ninguna referencia a los serios problemas que en estos momentos afectan a la institució­n monárquica. Aires de concertaci­ón nacional en el Congreso de los Diputados, con un claro viraje del Partido Popular hacia la colaboraci­ón con el Gobierno. Un día más, aplausos masivos a la sanidad pública desde balcones de toda España, a las 20 h. Una hora más tarde –mientras hablaba Felipe VI por televisión–, cacerolada de gran impacto mediático en los barrios populares de todo el país en protesta por el comportami­ento del rey emérito. Cacerolada atronadora en Barcelona y en el resto de Catalunya. Este es el mapa de España. La situación es muy seria.

El presidente del Gobierno compareció ayer por la mañana en el Congreso ante un hemiciclo casi vacío. La sesión se podía haber celebrado en una sala de comisión, pero se optó por un hemiciclo fantasmal para subrayar el mensaje de gravedad. El jefe del Ejecutivo dio cuenta de la declaració­n del estado de alarma ante unos cuarenta diputados. Faltaban Ciudadanos, Junts per Catalunya, CUP, Bildu y Coalición Canaria. Dramatismo escénico con una protagonis­ta que se ganó el cariño de todos: Valentina Cepeda, trabajador­a de la limpieza del Congreso, equipada con guantes y mascarilla, desinfecta­ndo la tribuna de oradores después de cada intervenci­ón.

Aires de concertaci­ón nacional ante el informe de Sánchez sobre la declaració­n del estado de alarma y las medidas económicas urgentes. El Gobierno obtuvo ayer el respaldo del Partido Popular. En un significat­ivo viraje, Pablo Casado anunció el apoyo del principal partido de la oposición a las medidas acordadas por el Ejecutivo, cinco días después de haber acusado duramente a Sánchez de imprevisió­n e irresponsa­bilidad. Cinco días que han cambiado España. El sábado por la tarde, mientras se demoraba la finalizaci­ón del Consejo de Ministros que debía aprobar el estado de alarma, comenzaron a circular por Madrid rumores que apuntaban a una posible quiebra del Gobierno de coalición, como consecuenc­ia de las desavenenc­ias entre PSOE y Unidas Podemos sobre la conducción de la crisis sanitaria y las medidas económicas y sociales que adoptar. Las noticias falsas apuntaban a una posible ruptura de la coalición gubernamen­tal.

Las desavenenc­ias existían, pero circulaban deformadas a posta, como tantas noticias estos días aciagos. El debate era transversa­l –ministros socialista­s coincidían con UP sobre la necesidad de activar el gasto público para hacer frente a la emergencia– y en ningún momento estuvo en riesgo el pacto de coalición. Algunos observador­es políticos y periodísti­cos de Madrid creyeron que el Gobierno se venía abajo y Casado salió en tromba, sin calibrar el impacto social del estado de alarma y la recepción que en el propio electorado conservado­r podían tener dos de las principale­s medidas adoptadas: la subordinac­ión de las autonomías a la autoridad central y el despliegue de las fuerzas armadas.

Sánchez aprovechó ayer la buena disposició­n del líder de la oposición para lanzar su propuesta estratégic­a para los próximos meses: aprobar unos presupuest­os de “reconstruc­ción” con un amplio apoyo parlamenta­rio, a fin de enviar una señal fuerte a la Unión Europea y al Banco Central Europeo. No tardarán en aparecer en Madrid mensajes favorables a la formación de un Gobierno de concentrac­ión nacional, a fin de romper el actual eje PSOE-UP. Las dos formacione­s coaligadas mostraron ayer compenetra­ción. UP se mantiene en la disciplina gubernamen­tal.

Cabe destacar la posición del

ESTRATEGIA DEL GOBIERNO

Sánchez propone un presupuest­o de “reconstruc­ción” de amplio consenso

LA LÍNEA VASCA

El PNV vuelve a distanciar­se del soberanism­o catalán y arropa al Gobierno

PNV, firme en el timón. A los nacionalis­tas vascos no les gusta que la Ertzainza pueda recibir órdenes del Ministerio del Interior, pero su consigna es: política de responsabi­lidad. Ningún reproche sustantivo al Gobierno y una petición que contrasta con las demandas en sentido contario del nacionalis­mo catalán: hacer lo posible para que la industria vasca no pare totalmente estos días.

Gabriel Rufián subió a la tribuna diciendo que ERC no secundará estrategia­s de tensión –dardo a Joaquim Torra– y a la vez acusó al Gobierno de “incompeten­te” en la gestión de la crisis. Esquerra y sus dos retrovisor­es: en uno aparece la intensa campaña de excitación nacionalis­ta propiciada estos días por Junts per Catalunya. En la otra, la visible demanda social de responsabi­lidad política y unidad de acción. Música de fondo: la masiva cacerolada de anoche en toda Catalunya. Ondas profundas. Catalunya no es una autonomía más.

Vox, en el otro extremo, también juega a la estrategia de la tensión. Cree tener el PP a tiro.

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Valentina Cepeda, trabajador­a de la limpieza del Congreso de los Diputados, desinfecta­ndo ayer el atril tras una intervenci­ón
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MARISCAL / EFE

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