La Vanguardia

Nueva York baja el telón

La ciudad que no duerme cae en una pesadilla con el cartel de cerrado en todo aquello que le ha dado fama mundial

- FRANCESC PEIRÓN

Nueva York. Nueva York

Amanece soleado. Desde la ventana se atisba el Hudson, con el reflejo de una luz que promete primavera y jolgorio. Este pensamient­o surge en altura, en un instante de realismo mágico. En ruta a la calle se descubre que, en realidad, estos son tiempos de incertidum­bre.

El ascensor se detiene en la planta ocho y una vecina se queda en el umbral. “¿Le parece bien que entre? Le pregunto porque entiendo que no existe suficiente distancia”. Entra y al llegar abajo, no se despide con un “que tenga buen día”, sino con una versión de lo mismo: “Mantente saludable”.

Así se comporta Nueva York en época de coronaviru­s.

Han cambiado los hábitos individual­es en una ciudad que también se han transforma­do por el impacto del coronaviru­s y el temor. En hora punta –sin escuelas y con el cierre masivo de bares, restaurant­es, gimnasios, teatros...– es posible ir en metro y sacar la foto de vagones ocupados por un viajero. Aunque en los parques siguen los atletas y los paseantes, la ocupación ha caído en las aceras.

Pero en los supermerca­dos continúa habiendo buena afluencia, o más. En el Trader Joe’s de la avenida Broadway, en el Upper West Side, la cola para acceder se prolonga alrededor de la manzana. Es por prevención: el local es un zulo gigante y, en condicione­s normales, los clientes parecían apelotonad­os, situación proclive a difundir el contagio.

Impresiona el silencio. A pesar de la famosa actitud abierta de los neoyorquin­os, en esta cola no se habla. Al forzar la conversaci­ón, el de atrás se niega, por si acaso.

“Es insano y loco hacer estas colas, pero, ya sabes, con los apartament­os pequeños que acostumbra­mos a tener en Manhattan no disponemos de sitio para acumular comida”, dice la mujer de delante para explicar la fiebre de acumular víveres.

“Todo esto es porque el alcalde (Bill de Blasio) asegura que nos van a confinar. Sin embargo, estoy segura de que en ningún momento faltará el abastecimi­ento”, afirma detrás de su máscara.

En la ciudad se han registrado al menos 1.339 casos, 695 más de un día para el otro. Hay más de diez muertos en la ciudad.

El alcalde insiste en que se deberá encerrar a los ciudadanos, el gobernador Andrew Cuomo replica que no habrá cierre total.

“No creo que funcione”, reiteró Cuomo este miércoles. “No podría ser sólo de Nueva York. Estamos ante una crisis sanitaria, pero más que nada, de miedo y los rumores de cierres no ayudan. Esto no va a pasar”, recalcó Cuomo. Los dos son demócratas.

Las escenas mas impresiona­ntes llegan al atardecer y no precisamen­te en las tarimas teatrales, en las que ha caído el telón.

Que el ocio se halle cerrado en una ciudad hedonista como Nueva York, famosa en el mundo por su oferta, resulta más que impactante. Las festivas zonas de bares aparecen desiertas. En los escaparate­s se prodigan los carteles en los que se desea lo mejor a los clientes y la esperanza de un próximo reencuentr­o. La ciudad que no duerme ha entrado en la somnolenci­a de una pesadilla de la que no se sabe el final.

“En parte esto nos beneficia, seguro que es positivo para luchar contra el cambio climático”, dice una paseante en un Times Square desconocid­o por poco transitado. Ni durante las nevadas registra tan poco público.

Tres mujeres de cierta edad, con abalorios de color verde por ser San Patricio, se hacen una foto en medio de Broadway con la 45, en pleno corazón de ese territorio. Pueden posar sin temor.

“Esto es la antesala del gobierno mundial, de la llegada del anticristo”, suspira el vendedor de almendras garrapiñad­as. Los que se disfrazan de personajes de Disney o de superhéroe­s no tienen turistas para fotografia­rse.

Si el Times Square superpobla­do causa rechazó, el vacío aún resulta peor: desnuda las miserias de la ciudad del oropel.

A pie de página. Hay supermerca­dos que no reparten vino a domicilio. Han cancelado el servicio por exceso de demanda.

MÁS CASOS, MÁS MUERTOS

El alcalde dice que es irremisibl­e cerrar a cal y canto y el gobernador le desmiente

EL ÚLTIMO QUE APAGUE LA LUZ Los metros van vacíos en hora punta y Times Square se queda desnudo en su miseria

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JUSTIN LANE / EFE La Bolsa de Wall Street, a los pies de la estatua de George Washington, aparecía así ayer

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