Johnson ordena finalmente el cierre de las escuelas en el Reino Unido
Más tarde que los demás países europeos, pero finalmente el Gobierno británico decretó ayer el cierre indefinido de colegios y universidades, después de que muchos hubieran ya clausurado sus puertas ante el número de profesores, alumnos y personal administrativo que había decidido quedarse en casa por enfermedad o por prevención. La oposición lo había exigido, y también en esto Downing Street ha ido un paso por detrás de la gente.
Las autonomías de Escocia y Gales se adelantaron a Boris Johnson y anunciaron por la mañana el cierre de sus instituciones académicas. Siguió el Gobierno de Irlanda del Norte a la hora de comer, y finalmente Inglaterra se sumó a la medida a primera hora de la tarde. Es una medida que el primer ministro conservador querría haber postergado una o dos semanas más en su intento de dilatar hasta junio el pico de la epidemia, y para proteger la economía. Pero los acontecimientos se lo están llevando todo por delante.
Las únicas aulas que permanecerán abiertas serán para servir como guarderías a los hijos del personal sanitario y trabajadores considerados clave, y atender a niños con necesidades especiales. Todos los exámenes de este año escolar han sido anulados, pero aun así los alumnos recibirán notas (no se ha dicho sobre la base de qué criterios) y podrán pasar de curso.
El Gobierno escocés ha desistido de cualquier intento de celebrar en el 2020 un nuevo referéndum de independencia, con el fin de dedicar todos sus recursos y toda a su atención a la crisis sanitaria, un gesto que recibió el aplauso unánime de la oposición. El ministro para Asuntos Constitucionales, Mike Russell, pidió a Londres que siga el ejemplo, acepte la inviabilidad de alcanzar antes de diciembre un acuerdo comercial satisfactorio con la Unión Europea (la ronda de negociaciones que se iba a celebrar esta semana en Londres fue cancelada como tantas cosas), y pida una prórroga.
La administración Johnson ha modificado su estrategia, sintonizándola con la de la inmensa mayoría de países, a raíz de que sus propios asesores científicos hicieran una reevaluación de los datos y se dieran cuenta de que la enfermedad estaba avanzando mucho más deprisa de lo que habían pensado, y de que la falta de medidas más drásticas iba a causar la muerte de por lo menos 260.000 británicos.
El principal foco de la infección es Londres –y en especial los barrios de Westminster, Chelsea, Kensington y Lambeth–, donde el avance es tan rápido que las autoridades se disponen a adoptar una política de aislamiento social mucho más estricta que en el resto del país, en línea con las de París, Roma, Madrid o Barcelona, y obligar a la gente a quedarse en su casa excepto en una serie de supuestos muy concretos. Todos los museos, teatros, cines e instituciones culturales han cerrado, pero no así los pubs.
El ministro de Economía, Rishi Sunak, ha puesto en marcha un plan de 400.000 millones de euros para proteger a empresas y trabajadores, incluida una moratoria en el pago de hipotecas para quienes no puedan pagarlas. El líder de la oposición, Jeremy Corbyn, propuso ayer en los Comunes que las ayudas se hagan extensivas a las familias que viven de alquilar, y que se suban las subvenciones estatales a fin de que todo el mundo pueda sobrevivir económicamente a la epidemia. A la sesión de control parlamentario de ayer sólo asistieron aquellos diputados que tenían turno de palabra
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