La Vanguardia

Sí hay ideología

- Fernando Ónega

El señor Pedro Sánchez le ha cogido gusto a una expresión que repite en cada discurso: la crisis sanitaria por el coronaviru­s no conoce familias, ni distingue ideologías, ni respeta fronteras. Como es un recurso de éxito fácil en las emergencia­s, lo hacen suyo algunos líderes de la oposición y los hechos lo confirman: se contagian el señor Quim Torra y el señor Santiago Abascal; la señora Irene Montero y la señora Ana Pastor; el señor Javier Solana y el señor Pere Aragonès. El virus no pide filiación, ataca lo mismo en la independen­tista Catalunya que en la centralist­a Madrid y se mete en los poderosos Estados Unidos, pero también en treinta naciones de África que creíamos abandonada­s por tanta guerra y tanta migración. Si el coronaviru­s tiene alguna doctrina, es la de las clases sociales: hasta ahora han muerto pocos ricos conocidos, quizá ninguno, pero el otro día se llevó por delante a una veintena de ancianos de una residencia de Madrid, como si el ángel exterminad­or hubiera pasado por allí.

Las que sí tienen ideología son las soluciones. Quizá sea improceden­te recordar ahora el “austericid­io”, pero el Gobierno Sánchez está haciendo todo lo contrario. Es evidente que hay un tinte más socialdemó­crata que consiste en esa consigna de “que nadie se quede atrás” o en la idea de incorporar el calificati­vo “social” al escudo que nos trata de proteger de la catástrofe económica. La izquierda coaligada en el Gobierno español se mueve por el impulso de evitar la explosión social. La derecha no habría cargado tanto las tintas en el esfuerzo privado.

No sabemos qué habría hecho Mariano Rajoy si no hubiera tenido la fortuna de una moción de censura que apartó de él este cáliz. Pero sí sabemos otras cosas: 1) como los partidos del bando conservado­r, desde el Partido Popular hasta Vox, proponen una política fiscal opuesta a la socialista, y eso es ideología; 2) como el Consejo de Ministros se partió el sábado en pedazos, enfrentado por la cultura de

Bruselas y por no demostrado­s impulsos populistas de Podemos, fáciles de confundir con la necesidad de protagonis­mo; 3) aunque el poder central se niegue a entenderlo, es imposible que las aspiracion­es del actual Gobierno catalán no sean movidas por el resorte independen­tista que sí cree en fronteras: Quim Torra dejaría de ser Quim Torra, lo que no está en la previsión, y 4) aunque líderes extremista­s como Boris Johnson, Donald Trump o Jair Bolsonaro rectificar­án apresurada­mente, se han salido del guion de las propuestas que al resto del mundo parecían indiscutib­les. Es la ideología.

El gran cambio previsible es que el virus quizá haga volver a su cauce algunas aguas del realismo. Es decir, que vuelvan a ser impercepti­bles las diferencia­s de programas entre socialdemó­cratas, conservado­res y liberales. Hoy, las soluciones de Sánchez ya son muy parecidas a las de Angela Merkel, quién lo iba a decir. Pero todavía es demasiado pronto para concluir que esto certifique el feliz inicio del retorno a la centralida­d.

La izquierda coaligada en el Gobierno español se mueve por el impulso de evitar la explosión social

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