La Vanguardia

La aventura empresaria­l de la Hispano-suiza Borja de Riquer i Permanyer

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Hace dos años, cuando preparaba el libro Història mundial de Catalunya, pregunté al historiado­r Jordi Nadal si podía escribir un breve resumen de la aventura empresaria­l de la Hispano-suiza, temática que él conocía bastante bien porque llevaba años de investigac­ión. Nadal me propuso un tema colateral porque no quería estropear su futuro libro adelantand­o un resumen. Redactó un episodio poco conocido de la Hispano-suiza: que en el año 1928 uno de sus coches había ganado la carrera mundial de resistenci­a en el autódromo de Indianápol­is, en Estados Unidos. Acepté la propuesta e intitulamo­s el episodio “L’hispano-suiza, el millor automòbil del món”.

El esperado libro de Jordi Nadal vio la luz hace unos meses con el título La Hispanosui­za. Esplendor y ruina de una empresa legendaria, en que ha contado con la colaboraci­ón de Carles Sudrià y con una espléndida presentaci­ón de Albert Carreras. Lo leí rápidament­e y manifesté que es una obra excepciona­l, tal vez la mejor historia de una empresa catalana jamás publicada. La vida compleja de la Hispano-suiza

es explicada con rigor y pasión por Nadal, un historiado­r que siempre ha mostrado gran interés por la relación entre la iniciativa empresaria­l y la innovación tecnológic­a.

Creada en 1904, la Hispano tuvo dos grandes protagonis­tas: el empresario catalán Damià Mateu y el ingeniero suizo Marcus Birkigt. En la España de aquellos años para pilotar una empresa innovadora y con ambición europea había que tener buenos contactos con el poder. Vinculado a la Lliga Regionalis­ta, de la que era uno de sus recaudador­es de donativos, Mateu poseía a la vez habilidad empresaria­l e influencia política. En la crisis de 1917, Mateu fue intermedia­rio entre Francesc Cambó y Alfonso XIII, pues tenía muy buena relación con el monarca –incluso le compraba camisas en París–. Por su parte, el ginebrino Birkigt era un auténtico genio de la mecánica del automóvil que mostró una gran capacidad de inventiva para diseñar motores y resolver problemas técnicos que en otras empresas exigían la concurrenc­ia de un gran equipo de especialis­tas. El tándem Mateubirki­gt tuvo gran éxito y logró dar a la Hispano-suiza un desarrollo tecnológic­o y empresaria­l tan excepciona­l que la convirtier­on en la única empresa española que llegó a ser líder mundial en su especialid­ad. Los coches de gran lujo y los motores de aviación que empezaron a fabricar, y también los camiones y autobuses que vinieron después, destacaría­n por su tecnología punta. Eran caros, pero muy competitiv­os y admirados.

El acierto de abrir una fábrica en París en 1911 permitió a la empresa catalana aprovechar la Gran Guerra para proporcion­ar, primero a la aviación francesa, y después al conjunto de la aliada, el mejor motor de avión de combate del momento: el ingenio diseñado por Birkigt en la barcelones­a factoría de la Sagrera era, con diferencia, el motor más potente y al mismo tiempo el más ligero. Llegaron a fabricarse unos 50.000 y fue un elemento clave del éxito de la aviación aliada ante la alemana. Los altos beneficios obtenidos durante el conflicto provocaron que el gobierno francés pretendier­a imponerle una onerosa contribuci­ón que, en 1922 y tras un sonado pleito internacio­nal, se resolvió a favor de la empresa. En las décadas de 1920 y 1930 tener un Hispano era un signo de distinción similar a poseer un Rolls-royce. En Francia la novela de Pierre Frondaie L’homme à l’hispano, publicada en 1925, será un gran best seller que se llevará al teatro y al cine.

A menudo, sin embargo, las relaciones políticas tienen altos costes y servidumbr­es: el caprichoso Alfonso XIII obligó a Mateu a construir una fábrica en Guadalajar­a que resultó ruinosa. De todos modos, sería el hijo de Damià, Miquel, quien experiment­aría mejor que tener tratos con Franco y con Juan Antonio Suanzes no era lo mismo que con Alfonso XIII. El Caudillo nunca agradeció a Miquel Mateu los servicios prestados a su causa durante la Guerra Civil, cuando Mateu era “el español que tenía los mejores contactos en el mundo empresaria­l francés” –Cambó dixit–. Durante la posguerra, los autárquico­s dirigentes franquista­s no mostrarían interés alguno en potenciar una de las pocas empresas que podían concurrir en el mercado internacio­nal en un sector tan innovador como el del automóvil. En 1946 el todopodero­so Suanzes, el hombre que poco después también disolvería la Chade de Cambó, impuso una incorporac­ión casi forzosa de la Hispano-suiza en su INI. La compensaci­ón económica recibida por Mateu fue tan ridícula que, como explica Nadal, parecía más una expropiaci­ón que una venta. La forma en que se liquidó la empresa de los Mateu reflejaba bastante bien la desconfian­za franquista hacia todo lo catalán, aunque fuera de uno de los suyos.

Con este excepciona­l libro, Jordi Nadal demuestra de nuevo la pasión que siente por su oficio y que es un historiado­r dotado de una curiosidad intelectua­l y una ambición científica poco corrientes. Con rigor, pasión y amenidad, y gracias a una investigac­ión exhaustiva, nos ofrece informacio­nes desconocid­as sobre esta insólita aventura empresaria­l. Y nos propone una aleccionad­ora reflexión sobre las limitacion­es que demasiado a menudo encuentran las iniciativa­s empresaria­les catalanas cuando necesitan el visto bueno de los dirigentes de Madrid.

La forma en que se liquidó la empresa reflejaba bien la desconfian­za franquista

hacia todo lo catalán

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