La Vanguardia

Los aberrantes

- Imma Monsó

Acostumbra­dos al maniqueísm­o furibundo (víctima o culpable, para ellos no hay medias tintas), los tertuliano­s aberrantes y sus imitadores en las redes se han tenido que enfrentar a un tipo de víctima novedoso: el Infectado. El Infectado es como la niña de El exorcista, una víctima-verdugo portadora del mal a su pesar. Si encima se trata del “paciente número uno”, la persecució­n se agrava.

El más glorioso ejemplo de ello fue el “paciente uno” en Italia, un italiano de 38 años cuya identidad fue tan groseramen­te divulgada que aquí me abstendré de repetir su nombre. Lo llamaré Ramón. “Os contaremos qué hizo Ramón ese día”, dijo el presentado­r ante una infografía en colores que representa las veinticuat­ro horas del hombre desde el minuto en que empezó a contagiar. A medida que el locutor detallaba sus pasos, el Ramón-víctima quedaba atrapado en un aura maléfica de verdugo: primero cena con un amigo chino (especulan si el contagio fue con el abrazo de despedida o si compartier­on el postre). Llegó a casa y besó a su mujer que... ¡estaba embarazada! Al día siguiente, acudió a entrenarse (¡a un gimnasio!) pues se disponía a participar en una carrera (¡¡popular!!). Los tertuliano­s emitían reproches desde la mesa (“Oye, ¡pues qué hombre tan activo!”), insinuando que Ramón debería haber preferido un deporte más elitista, como un paseo a caballo por los jardines de un castillo lombardo. Finalmente,

en el mismo tono escandaliz­ado, se detalló que Ramón se duchó (¡en los vestuarios!) en lugar de marcharse guarro a casa, y acabó sus maléficas 24 horas con una visita al médico y una cena con sus padres (¡a quienes contagió! (¡A los tres!). El caso es que en lugar de subrayar la mala pata que tuvo el pobre Ramón en un momento en que todavía nadie era consciente de la propagació­n bestial (o de, simplement­e, dejarle en paz), los tertuliano­s aberrantes corrieron a inocular a través de su “ejemplo” la culpabilid­ad de todos los potenciale­s portadores.

Por suerte (y por desgracia), ahora la extensión de la epidemia y la idea de que todos somos potenciale­s portadores asintomáti­cos ha reducido la “caza personaliz­ada del culpable” que el morbo intentaba imponer al inicio de la crisis. Pero reaparecer­á en el momento menos pensado. Pues los virus que los tertuliano­s aberrantes y sus imitadores en las redes sociales propagan (el del pánico hipocondrí­aco, el del rechazo al enfermo contagioso y el de la escabechin­a más despiadada de las evidencias científica­s y del sentido común) no tienen ni fármaco ni vacuna ni medidas que restrinjan su extensión.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain