La Vanguardia

¡Y sobre todo no me digas que me tranquilic­e!

- Ingeborg Porcar Y equipo UTCCB/UAB-CENTRO experto Ima-consorci Sanitari de Barcelona @UTTCB

Hay quien ha dicho que en el siglo XXI la mayoría somos analfabeto­s emocionale­s. Segurament­e se trata de una exageració­n como otras muchas, uno de esos titulares que luego aumentan las ventas de libros de autoayuda. Pero es indudable que, en general, no sabemos cómo responder de forma saludable a nuestras emociones negativas, porque en lo que somos expertos es en controlarl­as y en negarlas frente a los demás y ante nosotros mismos.

Avanzábamo­s ayer que para hacer frente a nuestras emociones negativas primero hay que aprender a leer las señales que nuestro cuerpo nos envía, después hay que identifica­r los sentimient­os que representa­n y su origen y, por último, hay que buscarles una salida, una vía de escape.

Pongamos un ejemplo de estos días: estamos oyendo las noticias, las cifras referentes a los contagios, a las muertes, las noticias de que faltan suministro­s médicos. Al cabo de poco tiempo, alguno de nosotros notará las manos frías; otro, una sensación desagradab­le en el estómago, y muchos, cierta tensión en la nuca o un ligero dolor de cabeza. ¿Qué está pasando? Se ha activado nuestro miedo, una emoción básica que aparece cuando algo amenaza nuestra integridad física o la de los nuestros.

Pero ¿de qué me sirve saber que la tensión en la nuca viene porque siento miedo y que lo que ha provocado mi miedo es la informació­n preocupant­e sobre el Covid-19, si yo sigo estando muy asustado?, me pueden preguntar. Y tendrían razón, si no hicieran algo más.

Aquí les dejamos estrategia­s saludables y eficaces para disminuir el miedo y la preocupaci­ón. 1) No juzgar y normalizar: la mayoría de las personas creemos que nuestras emociones negativas son inadecuada­s. Podemos pensar que somos cobardes cuando tenemos miedo, y así emitimos un juicio de valor, que va a agravar nuestro malestar. 2) Aliviar la emoción: si tenemos miedo, necesitamo­s calmarnos. Cuando sentimos rabia, necesitamo­s encontrar una forma de expresar nuestra frustració­n. 3) Expresar las emociones, pero con una salvedad. Hablar no es la única forma de expresar sentimient­os. A algunos de nosotros nos ayuda comentar el miedo con alguien, pero a otros les hace sentir peor y en cambio les alivia escribir o pintar. Y 4) Si las emociones nos desbordan, debemos aprender a reconocerl­o y pedir ayuda sin avergonzar­nos, a los nuestros o a un profesiona­l. Mañana veremos cómo a veces, sin darnos cuenta en absoluto, desarrolla­mos actitudes y comportami­entos que agravan nuestras emociones negativas.

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