Teletrabajo y niños: imposible
Empleados y empresas se ven obligadas a rebajar sus expectativas de productividad
Si usted es un padre o una madre que estos días trabaja desde casa y tiene niños a su cuidado a buen seguro se habrá topado en internet con alguna guía de recomendaciones sobre teletrabajo y conciliación familiar. Spoiler: ninguna de esas medidas es plenamente eficaz.
La cruda realidad es que en el mejor de los escenarios –si entre sus virtudes está la organización, una paciencia infinita y una gran capacidad de abstracción en espacios cerrados y (muy) ruidosos–, su productividad bajará a la mitad respecto a sus mejores días. Y probablemente con una dedicación superior a la habitual.
Primer mandamiento: rebaje sus expectativas. O más importante si cabe: explique con franqueza en su empresa cuáles son sus condiciones de trabajo para que el umbral de exigencia se adecue a este confinamiento forzado y repentino.
Los momentos de ansiedad, frustración y agobio resultan inevitables, así que más vale modular nuestro sentido de la responsabilidad profesional y aceptar desde el principio que el rendimiento laboral descenderá irremediablemente. O eso, o tomar conciencia que el sobreesfuerzo de estos días pasará factura más adelante.
Algunos de los consejos que se repiten en los manuales de supervivencia a la cuarentena dirigidos a los padres trabajadores funcionan razonablemente bien: establecer horarios y rutinas; crear turnos con la pareja; marcarse hitos que se puedan alcanzar en periodos cortos de dedicación; delimitar un espacio físico de trabajo; o reservar varios momentos del día al ocio en familia y destinar ese tiempo en cuerpo y alma a los niños.
A partir de estas ideas, cada uno puede diseñar su propio método. Pero desengáñense: llevar a la práctica estas recomendaciones resulta casi imposible en las actuales circunstancias. En primer lugar, porque buena parte de los trabajadores se han visto abocados a desarrollar su actividad de forma remota en espacios no aptos y sin que sus empresas estuviesen preparadas para ello.
A la hora de la verdad, los sistemas informáticos fallan, las conexiones a internet son lentas y las habilidades ofimáticas de muchos usuarios escasean. Las incidencias más nimias se convierten en obstáculos insalvables.
Tampoco puede obviarse que la coyuntura social es dramática. A nuestras propias inquietudes se suma la intranquilidad de familiares y amigos, ávidos de comunicación interpersonal. Además, hay que ordenar la casa –varias veces al día–, cocinar, limpiar, cumplir con las recomendaciones de higiene, salir a comprar víveres, estar pendiente de las fuentes oficiales de información y muchas otras cosas. Todo ello se traduce en constantes interrupciones que menoscaban el ritmo de trabajo.
Pero si hay un factor que distorsiona una jornada de teletrabajo y que puede resultar incontrolable es la presencia de nuestros hijos. Habida cuenta que la situación es coyuntural no hay más remedio que ser flexibles en cuestiones como el tiempo dedicado al entretenimiento pasivo: televisión, internet y videojuegos. En estos días aumentará muchísimo, y los padres teletrabajadores poco o nada podrán hacer para evitarlo.
Planificar la jornada y establecer rutinas puede funcionar en algunas familias, pero a la hora de la verdad son los niños quienes marcarán los horarios. Lo mejor es trabajar mientras ellos duermen o descansan. Otro buen recurso es plantearles actividades que les ocupen mucho tiempo: una película, un puzzle o manualidades.
Su principal demanda es que les prestemos atención. Hacer los deberes o ejercicio en familia son buenas ideas: les cansará y servirá para compensar el exceso de pantallas. Otro modo de que se sientan útiles y combatan el aburrimiento es asignarles tareas del hogar.
Aun así, si lo que busca es silencio y concentración, más vale resignarse antes de empezar. O trabajar de madrugada.
RUTINAS
Planificar la jornada puede funcionar, pero los pequeños acaban por marcar los horarios
RETO
Los sistemas de muchas compañías no están preparados para operar en remoto