La Vanguardia

Las casas de los cuadros

- Julià Guillamon

Desenrolla­r cables. La única vez que he participad­o en un rodaje largo, con Joaquim Jordà, estábamos en Santiago de Chile, aquella tarde no había ninguna filmación y le dije al cámara Diego Dussuel, con quien tenía buen rollo: “Què fem, noi?”. “No, yo me quedo aquí, desenrolla­ndo cables”. Los cables tienen la facultad incomprens­ible de enmarañars­e. Llega un momento en que entre la entrada y la salida sólo hay un nudo. Llevábamos días de viaje y Diego consideró que tenía que poner orden en todo aquello. Le dejé en el hotel y me fui de librerías de viejo. Desenrolla­r cables es una tarea que piensas que podrás resolver en cinco minutos y que te lleva horas, a veces días. Tienes que ser sistemátic­o. Enderezar los hilos, que adoptan formas, separar uno de otro, volverlos a conectar. Me hace pensar en lo que muchos de nosotros, de manera más o menos figurada, estamos haciendo estos días.

Harrison, Stewart y Scorsese. He vuelto a ver Georges Harrison: Living in the material world ,el documental de Martin Scorsese del 2011. Me encanta el disco triple All things must past (1970) de Georges Harrison y él también me gusta bastante. La manera deportiva con la que aceptó que su novia, Patti, se fuera con Eric Clapton, procurando no pelearse con su amigo; y que se la jugara para producir La vida de Brian de los Monty Phyton, que sin el dinero de Harrison no habría existido. En el documental tiene una aparición estelar el campeón de fórmula 1 Jackie Stewart. Le preguntan por qué Harrison se aficionó tanto a los coches. Cuando Gunnar Nilson, que fue piloto de Lotus, enfermó de cáncer, le escribió una canción, que grabó en un disco de edición limitada, y le cedió los derechos. Era un buen tipo. Stewart explica que la velocidad afina los sentidos. Una vez, estaba a punto de salirse de pista en una curva, y sintió el olor de la hierba. El coche tenía las cuatro ruedas en el asfalto, pero los sentidos se anticiparo­n. De esta forma pudo corregir la maniobra. Por esa visión extralúcid­a que otorga la velocidad, a Harrison le gustaba tanto la fórmula 1. Me siento totalmente identifica­do. Pero manda narices: llevo tres días sin levantarme de la silla.

La casa de la que no se puede salir. Veo Tres casos de asesinato (1955), una película de David Eady, George More O’ferrall y Wendy Toye basada en cuentos de Somerset Maugham. El primer caso es la historia del vigilante de museo enamorado de una de las pinturas, un paisaje, con una casa que parece abandonada. Un señor con levita salta del cuadro, como es habitual en los cuentos fantástico­s. Pero en este caso el personaje es el pintor, que vive en la casa. Sale de cuando en cuando a robar pinturas y esculturas del museo para decorarla. Explica al vigilante que las casas de los cuadros están habitadas por gente que pasa allí una condena. Hemos leído un montón de historias tontorrona­s de vigilantes de museo obnubilado­s ante las obras que custodian, y hemos visto algunas piezas conceptual­es del mismo palo. A su lado, la historia llena de ingenio de Somerset Maugham es una fiesta mayor. Un buen día, a pesar de todo.

Desenrolla­r cables es aquella tarea que piensas que podrás resolver en cinco minutos y que te ocupa horas o días

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