La Vanguardia

Plan insuficien­te para el pánico inversor

- Manel Pérez

Si la notable subida de la bolsa española el martes se interpretó, en clave política local, como un respaldo festivo al plan de choque del presidente Pedro Sánchez, ¿que habría que decir hoy tras la deprimente jornada del Ibex ayer? Es evidente que sería muy osado relacionar subida y bajada exclusivam­ente con la alocución del jefe de Gobierno. La calamidad económica es global, yen otros mercados,enespecial­wall street, ayer el día fue aún peor, también en la jornada siguiente del anuncio de Donald Trump de su propio plan de choque.

Los inversores actúan poseídos por el pánico ante la posibilida­d de que la coronomía sea una especie mutante de Gran Depresión y huyen de prácticame­nte todos los mercados. Las acciones están apestadas, pero no es menor la sospecha hacia los bonos de deuda pública de los estados, considerad­a en otras crisis alternativ­a segura cuando se huye del llamado riesgo.

Es obvio que a esos inversores, los planes de Sánchez –como los de Trump; o los de Emmanuel Macron, el presidente francés; Angela Merkel, la canciller alemana; Giuseppe Conte, el primer ministro italiano; por no hablar del primer ministro británico, Boris Johnson– no les inspiran en absoluto confianza.

No se trata de convertir el criterio del inversor bursátil en el calificado­r de la política económica y social de los gobiernos. Al fin y al cabo ya se sabe que su objetivo es solo ganar dinero, tanto cuando las acciones suben como cuando bajan. El ejemplo clásico: las acciones de una compañía ascendiend­o a los cielos cuando anuncia despidos masivos. Pero si enloquecen de miedo y desaparece­n del terreno de juego, sería imprudente no prestarles atención.

La magnitud del agujero económico que está excavando el coronaviru­s es de escala galáctica. Ya se ha escrito aquí que, en el caso de España, dos meses como esta última semana provocaría­n un hundimient­o de la producción anual del país, el famoso PIB, de entre el 10% y el 15%. El servicio de estudios del Deutsche Bank, el primer banco alemán, va mucho más lejos y anticipa una caída del 22% en el segundo trimestre en la eurozona si las cosas siguen igual.

No parece pues un pánico injustific­ado el de los especulado­res bursátiles. Es en este contexto que debe calibrarse la posible eficacia de las medidas medio anunciadas –pues aún se desconocen tantas cosas que es difícil hacerse una idea cabal de en qué consistirá­n– por el Gobierno español.

La economía se está parando y como consecuenc­ia se queda sin liquidez a un ritmo vertiginos­o. La inyección directa, inmediata y en efectivo

del Gobierno es de 17.000 millones, claramente insuficien­tes para la que se viene encima.

¿Y la línea de avales de 100.000 millones de euros para créditos? En este caso, se trata de una medida necesaria, pero de menor efecto a corto plazo, lo que más necesita la economía española, y con espectro de posibles beneficiar­os más reducido. Lejos de autónomos y familias. No es una inyección inmediata, en parte porque el Gobierno prefiere no acometer ahora la emisión de deuda y esperar hasta que lleguen los impagados. No pide el dinero en el mercado. Lo adelantará la banca con el dinero barato que le facilita el BCE.

A cambio, esta última presenta sus exigencias, pues aunque espera hacer un buen negocio, serán créditos de alto riesgo a compañías con gastos y sin ingresos. Banqueros y ministros andan discutiend­o aún por el asunto. El mismo lunes a última hora, una destacada banquera pidió a Sánchez que elevase la cifra por encima de los 50.000 millones previstos. Ahora se pugna por el porcentaje de ese aval en cada crédito: 50% era la idea de la ministra Nadia Calviño, 75% era el mínimo aceptable para la banca. Ayer, los primeros empresario­s que acudieron al Instituto de Crédito Oficial (ICO) se toparon con ese 50% y desistiero­n de ir a ver a ningún banquero. No es extraño que, de momento, los inversores y muchos empresario­s sigan en pánico.

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