La Vanguardia

No éramos del mismo Bilbao

- Isabel Gómez Melenchón

Fíjate, qué ridículos, van con mascarilla.

–Es que hay gente que se deja llevar por el pánico, mira que son exagerados, es que hacen reír.

–Total por una gripe.

Al final resultó que no era una simple gripe y que tampoco éramos del mismo Bilbao; muchos, casi todos o todos deberíamos entonar un mea culpa por haber ido de chulos por la vida. O de autosufici­entes, que viene a ser lo mismo pero más fino.

La sabiduría o la ignorancia populares, que cada uno tache lo que le convenga, ha asignado estereotip­os a todo quisqui. A los de Bilbao les han tocado ciertas cualidades, por ejemplo... eso, ser de Bilbao. Nos creímos que lo del virus no iba con nosotros, que las mascarilla­s eran para miedicas, y ya ven. El problema de creernos inmunes es que no lo somos. Ni tan fuertes, ni tan intocables. El virus sí nos ha cambiado la vida, como han hecho todos los virus a lo largo de la historia. Es lo que hay.

A las nueve de la mañana mis esforzados vecinos, para los que también tengo un calificati­vo pero me lo ahorro, corean en bucle Mi gran noche de Raphael mientras ensayan coreografí­as a distancia, lo cual no tiene gracia; yo, que llevo años asistiendo a clase de zumba, les puedo asegurar que lo más divertido es girar al revés de las demás y llevarse a la de al lado por delante como si fueran los autos de choque. Cierro las ventanas, pero Raphael permanece dentro de nuestros conductos auditivos, prueba de que estamos tirando el dinero de la calefacció­n porque están mal selladas las ventanas. En otra escala temporal las haré arreglar. En otra escala temporal añadiré metros cuadrados a la casa. He leído que han multado a un vecino de Palencia por sacar a pasear un perro de peluche, muchos acabaremos paseando hasta los mosquitos tigre.

Mientras el mundo sea mundo, en casa seguiremos comiendo lentejas. Gracias a internet puedo hacer hasta yogures con ellas, las vecinas intercambi­an recetas cuando el bucle acaba engullendo a Raphael, tenemos una pausa antes de que mañana a las nueve lo regurgite. No es que no me guste, que me gusta, pero la exposición continuada a una sustancia suele acarrear una sensibiliz­ación. Mañana podrían cambiar y poner El tamboriler­o.

Dan las ocho y salimos como un solo hombre, mujer o niño/a a aplaudir a quienes hacen posibles que esto, la vida, la que hemos conocido y la que conoceremo­s, siga adelante. Médicos y enfermeros/as, también limpiadore­s/ as y cajeras/os. Ellos/as tampoco son del mismo Bilbao, pero actúan como si lo fueran. Y a ellas y a ellos, gracias.

Médicos, enfermeras, limpiadore­s o cajeras, ellos sí son del mismo

Bilbao; gracias

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