La Vanguardia

Estado de alarma en el BCE

- Josep Oliver Alonso

La rapidez de propagació­n del coronaviru­s ha sorprendid­o a muchos. Y entre ellos, a los banqueros centrales, aquellos a los que, en momentos de tribulació­n, se espera que calmen la situación. Aquí, de forma absolutame­nte inusual por la hora y la fecha (miércoles por la noche), el BCE decidió añadir más capacidad a sus compras, sumando a los 120.000 millones acordados la pasada semana, y los 20.000 millones/mes que venía comprando desde enero, un programa adicional por valor de 750.000 millones de euros a finalizar en diciembre del 2020. De esta forma, entre abril y diciembre, el BCE inyectará más de 1 billón de euros de nueva liquidez a la economía de la eurozona, ampliando su abultada cartera de deuda pública hasta 3,7 billones, más del 31% del PIB del área. Para España, ello significa que entonces el BCE acumulará en su activo unos espectacul­ares 450.000 millones de euros de deuda del país (básicament­e pública). Jamás había hecho tanto en tan poco tiempo.

El pasado 12 de marzo, Lagarde afirmaba que no era papel del banco el nivel de la prima de riesgo. En román paladino: ustedes, los del sur, no esperen que les quitemos las castañas del fuego. Como se recordó desde Italia al queridísim­o Mario. ¡Pero, ay, los hombres (o las mujeres) proponen y los dioses disponen! Y donde dije digo, digo Diego. Y esto es lo que ha hecho el BCE: un viraje de 180º, con tuit de Lagarde incluido: el BCE está totalmente comprometi­do con el euro.

¿Qué ha sucedido para un cambio tan sustancial? Lo que era inevitable: profundiza­ción de la fragmentac­ión financiera de la eurozona, con crecientes diferencia­s entre los tipos de interés del sur con los de Alemania y el centro. Una situación que vuelve a apuntar a una potencial crisis del euro. Por ello, el BCE añade a los 750.000 millones el relajamien­to de la calidad de los valores privados a comprar, al tiempo que permite a Grecia incorporar­se, por vez primera, al programa, y sugiere que si fuera necesario podría modificar el peso de cada deuda soberana en esas compras. Resultado: hundimient­o de los tipos de interés italianos y sustancial caída de su prima de riesgo, y reduccione­s también relevantes para España y otros países.

Y ahora ¿qué? Tras el estado de alarma, tocaría el de excepción o sitio: los países en dificultad­es deberían pedir ayuda al MEDE, aceptando sus programas de austeridad y, entonces, el BCE estaría en disposició­n de lanzar su bomba atómica: las OMT de Draghi. Es decir, compra ilimitada de deuda del país en problemas hasta reducir sus tipos de interés a valores razonables.

No estamos en esta situación. Y esperemos no llegar a ella. Pero lo que sucede responde al orden natural de las cosas: el de una unión monetaria inacabada y con profundas diferencia­s entre el norte y el sur. A la que la crisis del Covid-19 ha tensado sus costuras, las grietas del edificio común se agrandan y amenazan la estabilida­d conjunta. Y el BCE, de nuevo, ha de salir al rescate. ¿Hasta cuándo?

Todo responde a una unión monetaria inacabada y con grandes diferencia­s norte-sur

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