La Vanguardia

Vernos las caras

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Estos días, descubrimo­s nuevas formas de comunicarn­os. La mayoría ya las conocíamos, pero no las habíamos usado “porque hasta ahora no las habíamos necesitado”, me cuenta por el balcón mi vecina, que ahora habla por videollama­da con sus nietas. Los primeros días llevaba un disgusto de tomo y lomo porque se había ilusionado por tenerlas en casa cuando dijeron que cerrarían los colegios. Carmen, sin embargo, no contaba con que era población de riesgo y que sus hijos, con muy buen criterio, no le traerían a las chiquillas. “Son los que llevan el virus y a ellos no les hace nada, pero a ti te puede tocar pagar el pato”, le dijeron.

Disgustada pero socarrona, mi vecina me decía que el virus quizá no la mataría, pero sí el aburrimien­to. Ella tenía sus rutinas, salía a menudo a la calle para hacer pequeños encargos y así entretener las horas. También iba a acuagim, un día sí un día no, que la mantenía en forma a pesar de todos sus achaques. La casa le cae encima, no sabe qué hacer ni dónde meterse. Sale un rato al balcón y llama al primer vecino que se asoma aunque nunca haya hablado con él.

La alegría la tuvo cuando una nieta le puso una videollama­da. Cuando le vio la cara, no entendía nada. Primero se asustó: “Cuidado, niña, que eso vale muchas perras”; pero enseguida se tranquiliz­ó cuando la nieta le detalló que funcionaba

La alegría la tuvo cuando una nieta le puso una videollama­da y le vio la cara

por internet y no tenía ningún coste añadido. “Ves, hice bien de instalar la internet”. Y entonces se cuentan cosas, tampoco muchas, y su nieta le muestra unos dibujos que ha hecho y las croquetas que ha preparado con sus padres. “¡Es como jugar con plastilina, yaya!”.

Carmen está descubrien­do el lado virtual de la vida. Ha aprovechad­o para ponerse al día en muchas cosas que había ido dejando para más adelante o que ya no pensaba hacer nunca. Se ha abierto una cuenta de Twitter y ahora ya sabe cómo va Instagram. Este ya lo tenía, porque así sus nietas le enseñaban fotos de lo que hacían, pero ahora ha cursado un máster. Como es una gran cocinera, cuando elabora algún manjar, lo retrata y lo cuelga en “el Insta”, ya habla como las nietas. Echa de menos fotos de platos, ahora con los restaurant­es cerrados.

En Twitter ha descubiert­o todo un mundo. Lo que más le gusta es enviar mensajes a los políticos. Les habla exactament­e como si los tuviera delante y se queda tan ancha, considera que eso relaja mucho. Tiene medio millar de seguidores...

Como ya es usuaria adelantada, le pone videollama­das a su hermano y a los de la oenegé del Raval donde colabora. Los no tan mayores aún van, “no podemos dejar a esa gente sin ayuda”. Y su vecino del rellano le sube comida de la tienda, se la deja en la puerta y ella le paga por Bizum. A él no le pone videollama­das; hablan por el patio de luces.

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