Manual de supervivencia
Mantener espacios físicos y mentales propios ayuda a hacer más llevadero el confinamiento
Sólo llevamos unos días y ya me estoy volviendo loca”, dice una madre en un grupo de Whatsapp. La ecuación de teletrabajo más niños en casa, más las angustias derivadas de los propios miedos y del confinamiento están poniendo a prueba los nervios de más de uno. “Además de estar todos metidos en casa, tengo que seguir ocupándome del trabajo, con los pequeños llamándome e interrumpiendo cada dos por tres, prepararles tres comidas al día y ayudarles con las tareas que nos mandan desde el colegio”, se queja al teléfono Rosa, al borde del desbordamiento.
A medida que la pandemia se expande, el confinamiento se va imponiendo como mal menor, pero también se hace cuesta arriba, con las personas y las familias sin contacto con el exterior un día tras otro.
Existen diversos factores que condicionan nuestro bienestar mientras permanecemos aislados, como por ejemplo el tamaño de nuestra casa, la edad de los niños, si estamos en paz con el tipo de vida que hemos elegido e incluso nuestro temperamento. Para una persona introvertida, por ejemplo, puede ser complicado compartir espacio con otras personas durante tantas horas al día. En estos casos es especialmente importante tratar de preservar lugares físicos y mentales para mantener la serenidad, pero si las circunstancias no lo propician, o el entorno agobia, siempre podemos echar mano de algunas estrategias.
Pasados estos primeros días de desconcierto, puede ser buena idea sentarnos con los miembros de nuestra familia y elaborar un listado de buenas prácticas en casa. Imaginar entre todos cuáles pueden ser los mayores retos que nos podemos encontrar y dar rienda a la creatividad a la hora de afrontarlos. Repartir tareas, responsabilidades y roles, y dejar claro qué comportamientos no son admisibles y cuáles deseamos propiciar. Por ejemplo, que si una persona está trabajando desde casa y cierra la puerta no podemos molestarla en ese momento a menos que se trate de una emergencia.
Es importante ajustarse a unos horarios que permitan a todo el mundo ubicarse mejor. Si improvisamos todo el tiempo es muy posible que el caos acabe por invadirnos. Esto es especialmente importante si hay niños en casa, que sin estructura empiezan muy pronto a mostrar malestar, lo que a su vez va a poner en juego el bienestar de todos. Los horarios también van a ayudarnos a encontrar espacios físicos y mentales propios, pues en ciertos momentos cada uno estará ocupado en su propia tarea.
A la hora de estructurar nuestros días hay que pensar en todas las cosas que podemos hacer en familia, pero también en las cosas que queremos hacer a solas. Por eso, si la casa lo permite, puede ser interesante dividir los espacios en pequeñas zonas. No hace falta complicarse mucho: unos cojines y una estantería o unas sillas cubiertas con una tela pueden servir. Así, podemos crear fácilmente una zona para leer en silencio, otra para juegos, otra para relajarse u otra para tomar el té.
Si tenemos niños pequeños e suna buena idea estableceremos turnos para que cada uno pueda hacer sus pausas en las zonas pensadas para ello. Si vivimos en pareja, puede ser un buen momento para charlar acerca de nuestra necesidad de pasar algo de tiempo a solas. Y si vivimos solos, la división en zonas nos ayudará a no agobiarnos al ir cambiando de vez en cuando de espacio.
Numerosos estudios han demostrado que meditar aumenta el nivel de satisfacción de nuestra vida, disminuye la ansiedad y mejora la salud en general. Si preservar espacios físicos es importante, también lo es hacerlo mentalmente y vaciarla de pensamientos catastrofistas o rumiantes. Dos pequeñas pausas para meditar, una por la mañana y otra por la tarde, serán suficientes.
Otra buena manera de estar a solas es dedicar tiempo a adquirir una nueva habilidad. Este puede ser un buen momento para lanzarse a aprender algo que nos haga ilusión o que pensemos que nos va a resultar útil, para no caer en la tristeza.
Una situación excepcional como esta puede convertirse en una oportunidad para dar valor a pequeños momentos en soledad que en otras circunstancias nos pasarían por alto. Y evitemos, en lo posible, hacer juicios sobre lo que estamos viviendo. Juzgar produce tensión y malestar, aunque no nos demos cuenta, y no es una actitud que contribuya a resolver ningún problema, y menos uno como este, que nos sobrepasa.
Repartir las tareas, dividir la casa en zonas o tratar de aprender algo nuevo pueden ser buenas estrategias