La Vanguardia

La vida sigue casi igual

Rusia, que empezó a aplicar medidas contra la propagació­n a finales de enero, vive la epidemia a su ritmo

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Después de 14 días observando la ciudad a través de mi ventana esperaba encontrarm­e en las calles de Moscú alguna escena postapocal­íptica. “No. De verdad, que no pasa nada”, me suelta un repartidor al que pregunto si no tiene miedo cuando me ve con mascarilla.

En mi primer paseo después de un mes, quince días de vacaciones más las dos semanas de aislamient­o preceptivo por haber estado en España, no parece haber muchos cambios. La gente va y viene, corre para no llegar tarde al trabajo. El viejo barbudo que durante todo el invierno vende en un parque calcetines de lana hechos a mano sigue en su sitio, los quioscos están abiertos para quienes siguen prefiriend­o la prensa en papel y los taxistas al lado del metro, como siempre, fuera del coche, dale que dale a la lengua...

En Moscú era normal ver a personas con mascarilla­s por la calle, por estar acatarrada­s o por miedo a estarlo. Pero tras las noticias de los países europeos, esperaba más.

En el metro es otro cantar. Las cajeras y los vigilantes llevan colocada la mascarilla hasta taparse casi los ojos. Ellas, además, con guantes protectore­s. Hay menos gente: el ayuntamien­to ha calculado un 30% menos. Entro en el vagón y una mujer se aparta tímidament­e al mirarme a la cara. Menos mal. Pero el resto no parece consciente de la que se nos viene encima.

El número de infectados oficiales por el Covid-19, muchísimo menor de momento a las cifras de los países de Europa occidental, podrían explicar mi sorpresa. Algunos medios locales y redes sociales han puesto de manifiesto su escepticis­mo, creando dudas sobre esos datos. Anastasía Vasílieva, médico del opositor

Alexéi Navalni y líder del sindicato Alianza de Médicos, ha acusado a las autoridade­s de estar ocultando las cifras reales, diagnostic­ando neumonía o infeccione­s respirator­ias en vez de coronaviru­s.

Pero, como ha destacado la doctora Melita Vujnovic, representa­nte de la OMS en Rusia, este fue uno de los primeros países que comenzó a tomar medidas, antes incluso que la organizaci­ón declarara la pandemia el 11 de marzo. El 30 de enero cerró los 4.200 kilómetros de frontera con China. La comunicaci­ón con tren se interrumpi­ó el 3 de febrero y a los pocos días se prohibió la entrada de cualquier ciudadano chino. “Rusia empezó a realizar pruebas” de coronaviru­s “a finales de enero”, ha destacado Vujnovic.

La política rusa anda, además, en otras cosas. La más importante, la reforma de la constituci­ón que permitirá al presidente, Vladímir Putin, presentars­e a la reelección en el 2024, aunque ese año cumpla dos mandatos consecutiv­os. Tras la aprobación en el Parlamento y las asambleas regionales, está previsto un plebiscito para el 22 de abril. En Moscú se ha propuesto que la votación dure varios días y se haga por internet. La cuestión sigue abierta.

Rusia vive la crisis del coronaviru­s a su ritmo. Incluso las colas en las farmacias y la locura por comprar papel higiénico y alforfón, que supe por las noticias y por el testimonio de la madre de mi mujer, han desapareci­do. La logística funcionó y a los pocos días se llenaron las estantería­s de las tiendas.

Los supermerca­dos de barrio siguen su actividad a buen ritmo. El hipermerca­do del centro comercial Gagárinski está a tope. Todo el que aquí trabaja lleva protección. Tal vez se ven más mascarilla­s que en la calle. Pero entre los clientes hay muchas personas mayores, grupo de riesgo para el maldito virus.

La última medida contra la pandemia es confinar a los mayores de 65 años en sus casas 20 días, hasta el 14 de abril. Estarán asistidos por un equipo de voluntario­s. El Ayuntamien­to de Moscú ha creado un servicio llamado “Nosotros juntos” para que estos ofrezcan su ayuda y para que los mayores pidan alimentos o medicinas. El alcalde, Serguéi Sobianin, también anunció una ayuda de 4.000 rublos (50 euros) a los afectados. Del confinamie­nto quedan excluidos directivos y empleados cuya presencia es vital en sus trabajos. En esa categoría entra el presidente Putin, que tiene 67 años.

Moscú se prepara para lo que pueda venir. La policía elabora planes en caso de que haya que restringir el acceso o que haya que cerrarla a cal y canto, aunque el Gobierno ha asegurado que de momento no es necesario. Varios hospitales se han adaptado para ocuparse sólo de la pandemia y se abrirán antes de fin de mes nueve nuevos laboratori­os.

Pienso que, tras el aislamient­o, mi familia se merece un caramelo. Subo a la planta del food court para comprar algún manjar en una de las cadenas internacio­nales que antes siempre criticábam­os. No está a tope, pero tengo que hacer cola. Mi moral vuelve a caer: ninguno de los dependient­es lleva mascarilla.

20 DÍAS EN CASA

Moscú confina a los mayores y recibirán asistencia de un servicio de voluntario­s

LA PRIORIDAD DE LA POLÍTICA El plebiscito sobre la reforma constituci­onal para la reelección de Putin sigue abierto

 ?? KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP ?? Los moscovitas siguen moviéndose por su ciudad, poco consciente­s de lo que está por venir
KIRILL KUDRYAVTSE­V / AFP Los moscovitas siguen moviéndose por su ciudad, poco consciente­s de lo que está por venir

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