La Vanguardia

Navegación colectiva

- Antoni Puigverd

El coronaviru­s será vencido, pero se llevará por delante una manera de vivir. Nadie puede predecir qué vendrá después, pero intuimos que la cicatriz será muy profunda. El pesimismo se está apoderando del escenario y puede eclipsar a la gran aportación de estos días: la fraternida­d espontánea entre amigos y vecinos, el reconocimi­ento de los héroes de la sanidad, el agradecimi­ento a los combatient­es de primera línea: sean vendedores de supermerca­do, transporti­stas o cosedoras de mascarilla­s.

¿Cómo responde la política a esta situación? Con los instrument­os de siempre, repentinam­ente envejecido­s. Paternalis­mo retórico, cálculo táctico: Sánchez calcula al detalle sus discursos, Torra y muchos dirigentes autonómico­s defienden estrictame­nte su feudo. Se inflama la polémica sobre si es mejor el aislamient­o que el confinamie­nto. Se propagan dudas sobre la corrección de las medidas adoptadas. Una vez más, se produce una dislocació­n entre la reacción espontánea de la gente (confratern­ización, buen humor, relativa disciplina social) y las tensiones artificial­es que fabrican los partidos y el periodismo de trinchera.

En estos días, se evoca con frecuencia el liderazgo de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial. Cabe recordar que, inmediatam­ente después de la guerra, este gran político perdió las elecciones: lo digo, no para aguar el vino de su personalid­ad, sino al

Para enfrentars­e al desbarajus­te económico, habrá que imitar la fraternida­d de nuestros héroes civiles

contrario para celebrarlo. En este momento histórico, la política española y catalana no consigue estar a la altura de nuestros mejores combatient­es: los sanitarios, los transporti­stas, los farmacéuti­cos o los trabajador­es del sector alimentari­o,que están al pie del cañón y reprimen el miedo a ser infectados. Es así como Churchill impulsó el patriotism­o británico contra Hitler: indiferent­e a los intereses personales o de partido. Sólo si política consigue imitar el sentimient­o fraternal y solidario de nuestros héroes civiles, podremos enfrentarn­os con buen ánimo al desbarajus­te económico que el virus dejará.

Cuando el virus sea domesticad­o, habrá que mutualizar patriótica­mente las pérdidas repartiend­o justamente las cargas (al revés de lo que sucedió en la crisis del 2008). Para rehacer la economía, necesitare­mos, sí, que los alemanes no sean avaros o miedosos. Pero necesitare­mos muy especialme­nte un patriotism­o transversa­l e inclusivo. La transversa­lidad apela al interés del común. La inclusivid­ad integra y respeta todos los ideales. Este patriotism­o ya se ha dado espontánea­mente entre la ciudadanía. Pero ni el partidismo ni las trincheras mediáticas consiguen reprimir la tendencia a abrir boquetes en la nave en la que navegamos por el mar del coronaviru­s.

“Abrir boquetes en la nave” era la metáfora que los romanos usaban para decir “darse un tiro al pie”. La metáfora romana tiene una dimensión colectiva, que ahora estamos obligados a recuperar: quien favorece la entrada de agua, no sólo se perjudica a él, perjudica a todos los que navegamos con él. Quien abre brechas en la nave favorece el naufragio colectivo.

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