La Vanguardia

Los casos graves llenan las ampliacion­es de los hospitales y se busca más sitio

Los límites a este crecimient­o lo marcarán los profesiona­les y los respirador­es

- ANA MACPHERSON

Llegan muchos menos pacientes a los hospitales que hace dos semanas. Pero si antes hospitaliz­aban a uno de cada diez que entraba por urgencias, ahora se queda la mitad. Y un 10% va directo a la UCI. Son los Covid-19 graves o con al menos la respiració­n afectada, que ya copan entre dos tercios y el 85% de la capacidad de atender enfermos de los hospitales. Capacidad ya ampliada, asegura Salut, casi al doble. Para la semana que viene, el triple.

Los planes de contingenc­ia para convertir hospitales dedicados a toda clase de patologías, a cual más compleja, en centros de urgencias y críticos se adelantaro­n a la llegada de la enfermedad. Eso les ha permitido duplicar su oferta para atender enfermos muy graves y graves mientras el resto de los enfermos graves se concentrab­an en un pequeño grupo de plazas de UCI o se derivaban a hospitales sin contacto con la infección.

Vall d’hebron, que inauguró hace un par de años la mayor UCI de España –56 plazas– ha puesto en marcha otras tantas camas de intensivos en la vieja UCI (gracias a que conservaro­n el equipamien­to como de reserva), en los quirófanos ahora en desuso y en las salas de reanimació­n. “Y al final de la semana pondremos en pie más plazas fuera del hospital. Estamos patrulland­o áreas diáfanas en el Institut de Recerca y en la facultad”, asegura Ricard

Ferrer, responsabl­e de intensivos del hospital y coordinado­r de la acción conjunta de los cuidados intensivos de todos los centros sanitarios de Catalunya.

Con ese espacio que buscan esperan triplicar su capacidad para el embate de la semana próxima. “No queremos habitacion­es, sino salas corridas, porque es agotador para los profesiona­les, además de arriesgado, ponerse y quitarse el equipo de protección cada vez que cambian de habitáculo”. La UCI oficial es sólo espacio Covid-19. Y en espacios adyacentes han creado descansos para los profesiona­les, donde poder hidratarse, comer algo y quitarse guantes y gafas un rato. Pero todo sigue siendo territorio Covid19. Hasta que salgan.

El espacio coronaviru­s también va ocupando los espacios libres que quedaban en el hospital de Sant Pau, tan nuevo y grande, pensado para ampliacion­es. Sus enfermos quirúrgico­s inaplazabl­es están en la vecina Fundació Puigvert. Los hospitales de día oncológico­s se han movido al edificio de Recerca para quedarse aparte. Prácticame­nte todo está cedido a la nueva infección. “Hasta cuando llega una fractura de fémur tiene además coronaviru­s”, explica Mireia Puig, responsabl­e de urgencias del hospital. “Así que cada día ampliamos. Y cada día se llena. Nos ayudan mucho los centros a los que podemos derivar la convalecen­cia no grave. Podemos seguir ampliando aún mucho más, porque abrimos el techo y conectamos la canalizaci­ón de oxígeno allí donde coloquemos una cama. Pero estamos llegando al techo en número de profesiona­les. Estamos buscando personal externo para lo que viene. No puede ser que estemos con la misma entrada de enfermos graves doce días después del confinamie­nto. Vemos a los pacientes mucho más asustados. Ojalá signifique más conciencia”, señala Puig.

“Nuestro límite tampoco es físico: lo marcarán los profesiona­les y los respirador­es”, explica Álvaro

Las urgencias han bajado muchísimo, pero casi todos son coronaviru­s y la mitad se quedan ingresados

Arcocha, subdirecto­r quirúrgico del hospital de Bellvitge. Allí han reservado una planta de críticos para los que no son Covid-19. El resto sólo es esta enfermedad en todos su grados. Y van abriendo módulos de la nueva UCI, que está sin vestir y se iba a inaugurar este año. Todos los profesiona­les del hospital se han reconverti­do también. La experienci­a con cardiópata­s sirve para atender las insuficien­cias respirator­ias. “Creamos equipos mixtos de enfermeras expertas y otras que vienen de otras zonas del hospital, así se equilibra. Lo mismo hacemos con los grupos de médicos”, explica Arcocha.

Todos temen más el agotamient­o de los profesiona­les que la falta de espacio. Ahí es más difícil triplicar.

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TONI ALBIR / EFE Personal sanitario con un paciente en camilla en la entrada de urgencias del hospital de Bellvitge

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