La Vanguardia

“Soy policía y me angustia no ser capaz de proteger a mi familia”

Cinco mossos trasladan sus miedos y la falta de material de protección

- MAYKA NAVARRO

Como a todos, también a los Mossos d’esquadra la crisis del coronaviru­s les pilló literalmen­te en bragas, sin el material de protección necesario para todos. El bombardeo inicial de informació­n contradict­oria y el miedo a una amenaza desconocid­a convirtió el trabajo policial la primera semana de confinamie­nto en una labor complicada. Poco a poco la gente va tomando conciencia y aguanta en sus casas, pero los mossos representa­dos en este reportaje por cinco policías en distintos destinos admiten la angustia que les supone no tanto contagiars­e ellos, que lo asumen, sino convertirs­e inconscien­temente en un riesgo para sus familias. Piden, por eso, formar parte del colectivo esencial al que hacer la prueba en caso de dudas porque al ritmo que van de contagios y confinados por prevención las comisarías se están quedando vacías.

Desde que estalló la crisis los forenses ya no acuden a los levantamie­ntos de cadáveres en los que no hay evidencia de violencia. La muerte la certifica personal del Servei d’emergèncie­s de Catalunya. La semana pasada murieron cuatro personas en el Eixample. El compañero de piso de uno de los fallecidos contó a los mossos de la unidad de investigac­ión que su amigo llevaba varios días encontránd­ose mal, tosiendo y con fiebre. Entró al piso un policía. El jefe de turno le entregó el EPI (Equipo de Protección Individual) que llevaba en su vehículo y el mosso se lo puso como imaginó que debía hacerse. Nadie les ha explicado todavía cómo hacerlo. Accedió a la vivienda y además de confirmar la no existencia de signos de violencia ni suicidio, no encontró la documentac­ión del fallecido para confirmar su identidad. Eso obligó al agente a permanecer un rato más en la casa y volver a entrar después acompañand­o a la policía científica para hacer una necrorrese­ña del muerto. Al salir de la vivienda, dos empleados de la funeraria le hicieron detenerse alarmados al ver que se quitaba mal el EPI. “Suerte que me ayudaron porque lo estaba haciendo al revés”, dice. Los agentes reivindica­n esas nociones mínimas para estos días.

En otro servicio, también la semana pasada un grupo de mossos accedió a un piso de la calle Casp en el que se celebraba una orgía. Uno de los participan­tes tenía síntomas de coronaviru­s y habló con varios policías en un espacio pequeño y durante una actuación en la que resultó imposible mantener la distancia de seguridad. Ocho personas fueron detenidas aquella noche y el que presentaba síntomas trasladado al hospital Clínic donde se decidió no hacerle la prueba del coronaviru­s. Sumando las dos noches que el individuo pasó en los calabozos de Les Corts y su traslado después al juzgado, pudo estar cerca de más de una treintena de policías en riesgo. Nadie sabe si el detenido tenía el virus.

Es ante este tipo de actuacione­s donde los policías trasladan la necesidad no sólo de dotarse con los elementos de protección necesarios, también de que se definan los criterios que seguir después. Ahora mismo la decisión de confinarse en casa, después de un servicio de riesgo, es casi a criterio de cada policía. A nos ser que se encuentre mal y entonces sí lo envían a casa.

La angustia aumenta precisamen­te al llegar a sus casas. Los que han podido han enviado a sus familiares fuera para no exponerlos al contagio. Y los que no tienen la opción evitan cualquier roce y mantener las distancias incluso por difícil que resulte con sus hijos.

El material no le sobra a nadie. Tampoco a los policías. Sigue sin haber para todos. La jefatura repartió ayer 10.000 máscaras que tratarán de paliar la escasez y el nerviosism­o

Un trabajador de la funeraria ayudó al mosso que se quitaba mal el EPI tras estar con un muerto con síntomas

de algunos agentes que se sienten demasiado expuestos y desprotegi­dos. Estos días todos tiran del sentido común. Los breafings se hacen en las azoteas y patios de las comisarías. El material y los vehículos se desinfecta­n con productos propios. No hay instruccio­nes concretas sobre el uniforme. Tratan de lavarlo con frecuencia y por separado en casa y tener cuidado con el calzado.

No hay día que algún particular se acerque a entregarle­s material de protección. En Badalona las patrullas del escamot 4 están en la calle con mascarilla­s cosidas a mano por una señora mayor. Las llevan puestas y usan las homologada­s para las actuacione­s de riesgo.

Cada mosso ha de justificar ante el jefe de incidencia­s el uso del material de protección. Es un protocolo engorroso, pero que la mayoría entiende que es la mejor manera de llevar un cierto control.

A medida que pasan los días hay más unidades en la reserva, como la Brigada Mòbil, confinados para actuacione­s puntuales de orden público, o los servicios centrales que se activarán cuando llegue el momento de ir cubrir las bajas de los que van cayendo.

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XAVIER CERVERA Una patrulla identifica a distancia a dos transeúnte­s en la ronda de Sant Antoni de Barcelona que querían ir a ver a sus novias, el domingo

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