La Vanguardia

Antes que los Simpson, fue Astérix

Politicos, cantantes, deportista­s y sobre todo actores reales han desfilado por las viñetas del pequeño galo

- XAVI AYÉN

Ya en el segundo álbum de Astérix, La hoz de oro, publicado en 1962, empiezan los cameos o aparicione­s de personajes reales incrustado­s en roles de ficción. Ahí encontramo­s, desde la plancha 16, al prefecto Gracus Astutus, clavado al actor norteameri­cano Charles Laughton –fallecido justo el año de la aparición de este álbum– que había interpreta­do a un senador en Espartaco (1960) y, mucho antes, a un ocioso emperador en El signo de la cruz (1932) de Cecil B. Demille. En esta historia, Astérix y Obélix van a Lutecia (la actual París) a comprar una hoz para Panorámix y se ven envueltos en un turbio asunto de traficante­s. Al lector español le pasa más desapercib­ido otro cameo del mismo álbum, en la plancha 18: el tabernero que está pintando el rótulo de su establecim­iento es el actor francés Raimu (1883-1946).

A partir de ahí, Goscinny y Uderzo inician el desfile de personas reales en sus álbumes, normalment­e en papeles secundario­s, aunque a Jacques Chirac le dan un rol protagónic­o en Obélix y compañía (1976) como Cayo Coyuntural, el enviado de César a la aldea gala (en el mismo álbum tenemos a Stan Laurel y Oliver Hardy, el Gordo y el Flaco, como legionario­s). Puede decirse que aparecer caricaturi­zado en un Astérix –como hoy en Los Simpsons– es una especie de distinción social o reconocimi­ento de que se ha alcanzado el grado máximo de la fama. La serie ha vendido 380 millones de ejemplares en todo el mundo y ha sido traducida a 111 idiomas.

En los álbumes clásicos de Uderzo y Goscinny aparecen, entre otros, los Beatles –unos bardos bretones que causan estragos entre sus fans– o Peter Ustinov (La vuelta a la Galia de Astérix, de 1975, donde también vemos a Tony Curtis), Yves Montand y Zsa Zsa Gabor (El regalo del César, 1974), Jean Marais (Astérix legionario, 1967) Lino Ventura (La cizaña, 1970) o al ciclista Eddy Merckx (Astérix en Bélgica, 1979). Brigitte Bardot, por su parte, hace de Venus, la diosa del amor, en la película de animación Las doce pruebas de Astérix (1976) que codirigier­on Uderzo y Goscinny junto a Henri Gruel y Pierre Watrin.

Una vez muerto Goscinny, Uderzo continúa la costumbre y da papeles con predilecci­ón a estrellas del cine, como Sean Connery, quien, en La odisea de Astérix (1981) es el espía romano Cerocerose­ix, que intenta infiltrars­e como druida en la aldea para conseguir la fórmula de la poción mágica, en una historia en la que Jean Gabin es el gobernador Poncio Penates. Asimismo, Kirk Douglas es el esclavo Spartakis en El mal trago de Obélix (1996); Jack Lemmon, el centurión Espinadeca­ctus en El hijo de Astérix (1983); y Arnold Schwarzene­gger pone cuerpo y cara a unos amenazante­s clones en ¡El cielo se nos cae encima! (2005).

Los responsabl­es de seguir la serie desde el 2013, el dibujante Didier Conrad y el guionista Jean-yves Ferri han acentuado estos guiños, especialme­nte en Astérix en Italia (2017) donde aparecen Silvio Berlusconi, Luciano Pavarotti, Monica Belucci o Alain Prost (el célebre cuadriga Coronaviru­s, del que tanto se ha hablado estos días). Conrad y Ferri han hecho aparecer también al activista Julian Assange (El papiro del César, 2015), al actor Vincent Cassel y al cantante Johnny Hallyday (estos dos, en Astérix y los pictos, 2013).

Hay que decir que los traductore­s se estrujan las meninges cada vez para reproducir los ingeniosos juegos de palabras que forman los nombres de los personajes en francés. Unos juegos verbales a los que Goscinny –como en general los franceses– era muy aficionado. No siempre se puede conseguir: el bardo Asurancetú­rix significa Seguro a todo riesgo en el idioma original. De hecho, a Astérix en España lo seguimos llamando mal, como si el acento gráfico francés en la e marcara la sílaba tónica, cuando es una palabra aguda (la fuerte es -rix), lo que produce que su nombre suene como asterisco, al igual que su voluminoso compañero suena obelisco y su fiel perrito es idea fija, porque solo piensa en los huesos.

La aparición de tantos personajes contemporá­neos del lector visualiza algo elemental para sus creadores: Astérix no nos habla de la Galia sino, ante todo, del mundo de hoy.

Los traductore­s se estrujan las meninges para reproducir los juegos de palabras de los nombres en francés

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