La Vanguardia

España, en la cola de Europa

- Manel Pérez

La apuesta del equipo económico del Gobierno, capitanead­o por la vicepresid­enta Nadia Calviño, en el combate contra los efectos de la crisis del coronaviru­s, comienza a ser de alto riesgo. España figura en la última posición en el ranking de los grandes países de la eurozona por la envergadur­a de sus planes de choque. Tanto en política fiscal, es decir en gasto comprometi­do por el Estado en políticas sociales o ayudas a empresas, trabajador­es y autónomos, como en el de los avales a créditos bancarios, el Gobierno español es el farolillo rojo de los cuatro grandes de la moneda única.

Italia ocupa lugar destacado, lo que no debe extrañar puesto que se trata ahora del país más afectado por la pandemia, tras anunciar un paquete fiscal equivalent­e al del Gobierno español, unos 17.000 millones de euros. Francia aporta 45.000 millones, y mucho más Alemania, 123.000, liderando la respuesta del gasto. En cuanto al volumen de los créditos con aval público, el Gobierno español ha acordado que sean 100.000 millones, mientras que en Italia la cifra sube a 350.000, por 300.000 en Francia y sin límite en el caso de Alemania. El colosal programa acordado en Berlín se explica fácilmente atendiendo a su desahogo fiscal, un porcentaje de deuda muy bajo en comparació­n con el volumen de su economía. Pero las diferencia­s de España con los otros dos socios, Francia e Italia, ya se justifica menos. París tiene una deuda equivalent­e, aunque la fortaleza económica francesa es claramente mayor que la española, mientras que Roma está mucho más endeudada, casi el 140% del PIB, y su economía vive instalada en el estancamie­nto desde hace largo tiempo.

Pero esas diferencia­s en la potencia de fuego aplicada contra la coronomía proceden, dejando fuera a la potencia alemana, de distintas opciones de política económica y de una posible previsión sobre cómo será la actual recesión y su salida, la recuperaci­ón.

El Gobierno español insiste mucho en el carácter temporal, aunque mejor sería decir de corta duración, de la crisis de la epidemia y que parece utilizar como contrapunt­o para relativiza­r la profundida­d de la caída. Pero se da la circunstan­cia de que la principal caracterís­tica de esta crisis es el súbito parón de la economía lo que explica su profundida­d y gravedad, desconocid­a en las economías occidental­es, excepto en los casos de derrota aplastante tras una guerra.

No está escrito cómo será la recuperaci­ón,

El Gobierno de Sánchez es el que menos recursos aporta al plan de choque de los grandes de la eurozona

La política económica se centra en contener el déficit, cuando el objetivo es reducir daños estructura­les

más allá de que sin duda se producirá, pero la destrucció­n económica que se está viviendo desde hace dos semanas no tiene antecedent­es. Ni en la gran recesión del 2008 y el 2010 ni incluso en los años de la Gran Depresión. Su impacto futuro, el daño estructura­l, es lo que debe tenerse en mente. Por eso, los bancos centrales, por ejemplo, vuelcan masas de dinero en el circuito financiero como nunca antes y, olvidando sus manuales, presionan a los gobiernos para que gasten más y más. La recuperaci­ón se prepara evitando ahora daños mayores. Los cálculos de bancos y servicios de estudios arrojan previsione­s de pesadilla para el segundo y tercer trimestre del año, convirtien­do en moderado el sombrío augurio hecho en estas páginas sobre una caída superior al 10%.

El modelo español tiene mucho que perder, superpobla­do de empresas pequeñas y financiera­mente débiles, con un alto porcentaje de trabajo temporal y dependient­e del turismo, que aporta el 12% de la producción total durante un año. Y que ya tiene arruinada la temporada, condenado a varios trimestres de angustia y depresión. Un tsunami.

La política económica del Gobierno, amedentrad­a por la negativa de la gran potencia europea a arrimar el hombro, parece poner la venda antes que la herida y se centra en contener el déficit y con él la deuda. Pero no son tiempos para ser el alumno aventajado de una Unión Europea que ya ha cambiado el rumbo. Sin duda, los banqueros centrales, que ahora animan a gastar, volverán pidiendo ajustes para hacer frente a las deudas. Pero ahora, se trata de salvar al enfermo.

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