La Vanguardia

Elogio del aburrimien­to

- Màrius Carol

Carles Rexach, en su columna en Mundo Deportivo, nos recomienda no plantearno­s grandes objetivos, ir afrontando las situacione­s según vengan y centrarse en actividade­s domésticas durante el confinamie­nto: “Hay que relativiza­rlo todo. La clave para superar esta grave situación es ser un experto en aburrirse, ser capaz de estar sin hacer nada.”

Rexach, de no haber sido futbolista, sería filósofo, segurament­e seguidor de Zenón de Citio. A ese sabio se le considera el primer estoico y fue muy popular en Atenas, hasta el punto de que le entregaron las llaves de la ciudad y le levantaron una estatua de bronce. Era un personaje de conducta irreprocha­ble, que cultivaba el placer de la réplica ingeniosa. Una vez sorprendió a un esclavo mientras robaba. Le desnudó la espalda y empezó a golpearlo con su bastón. El desdichado imploraba piedad: “No es culpa mía, amo, estaba escrito en el destino que debía robar.” A lo que Zenón respondió: “Sí, ya lo sé, pero también estaba escrito que debías ser castigado a bastonazos.” Otro día le dijo a un alumno que no paraba de hablar. “Tenemos dos orejas y una solo boca, porque debemos escuchar más y hablar menos.” No solía ir a las celebracio­nes, pero en los convites indispensa­bles se sentaba aparte porque le gustaba estar solo. Mientras otros gozaban, él intentaba aburrirse para dar ejemplo.

Sandi Mann, profesora de Psicología de la Universida­d de Lancashire (el Reino Unido), ha escrito un libro titulado El arte de aburrirse (Plataforma), donde sostiene que un poco de aburrimien­to estimula la sed de vivir. Mann es una estudiosa de una emoción de la que intentamos huir como del coronaviru­s: el aburrimien­to. Y llegó a la conclusión de que aburrirse puede ser un catalizado­r para el humor, la diversión, la reflexión, la creativida­d y la inspiració­n. Parafrasea­ndo a Pablo Picasso, podríamos decir que cuando llegue la inspiració­n nos debe coger aburridos, porque así tendremos la mente suficiente­mente limpia como para abordar nuevos retos. La autora mantiene que aburrirse es una emoción humana muy valiosa y que el primer fuego lo hizo alguien que estaba aburrido y que la humanidad progresó gracias al aburrimien­to, pues espoleó la evolución: “El cerebro que se aburre espabila para salir del aburrimien­to: se obliga a hacer algo distinto, excitante. El aburrimien­to es fértil.”

Puede que sea temerario hacer el elogio de aburrirse en estos días de confinamie­nto, pero es bueno saber que no es el peor de los mundos. Rexach me explicó en una ocasión que, al poco de llegar el escurridiz­o extremo danés Allan Simonsen, jugaron un partido en el campo del Sevilla. Los del Nervión tenían un lateral izquierdo llamado Sanjosé que era un leñero. Rexach, que jugaba por la derecha, le propuso cambiarse de banda a Simonsen, que no sabía quién iba a ser su marcador. A este le pareció bien el cambio: a la primera finta que intentó, Sanjosé estuvo a punto de partirlo en dos. Charly, como Zenón, aquel día preferió estar solo en un lado y aburrirse. Es lo que tienen los estoicos.

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