La Vanguardia

Generación de héroes

- Enric Sierra Director adjunto

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quiere erigir un monumento a las víctimas del coronaviru­s y al personal sanitario que se enfrenta a esta trágica pandemia. Cualquier homenaje será bienvenido para esta inolvidabl­e calamidad que nos asola. Los médicos y las enfermeras reciben cada tarde el aplauso de los ciudadanos en un reconocimi­ento popular que emociona. No nos cansaremos de agradecer su esfuerzo titánico y el sufrimient­o personal para afrontar una crisis que nadie fue capaz de prever y que nos ha aplastado como una apisonador­a. Pero quisiera estrenarme en esta tribuna con un sentido recuerdo a la generación que nació durante la guerra y en la postguerra y que el virus nos está arrancando de cuajo. Aunque en las noticias solo aparecen víctimas famosas, hay muchísimas más que se están yendo y que apenas son un número en la dramática cifra diaria de fallecidos. Esta generación que sufrió penurias y que sacó adelante familias enteras en tiempos de cartillas de racionamie­nto y de libertades cercenadas se marcha en la soledad de una habitación de hospital lejos de sus seres queridos y agarrados, en el mejor de los casos, a la mano de una enfermera samaritana que, como mucho, facilita una última despedida a los familiares a través de la cámara del móvil. Qué triste final para una gente tan luchadora que siempre vivió con prudencia y temor de que volvieran tiempos difíciles. Son mujeres y hombres que con sus pensiones ayudaron a sus hijos y nietos a salir de la crisis de hace doce años y que ahora nos dicen adiós por un maldito virus que nos impide darles las gracias por todo lo que lucharon para construir la sociedad y los valores que hoy disfrutamo­s. Es una injusticia que esta generación de héroes silencioso­s y de enormes trabajador­es se vaya de una forma tan cruel. No se merecen este final. Pero están hechos de tan buena pasta y tienen un grado tan alto de superviven­cia colectiva que incluso son compresivo­s con su situación. Nos dejan un gran legado que nunca olvidaremo­s. Estos yayos y yayas merecen un gran monumento. El monumento a la vida que defendiero­n para que las generacion­es posteriore­s viviéramos mejor. Gracias de corazón a todos, a los que os habéis ido en silencio y a los que seguís con nosotros cuidándono­s a pesar de todo.

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