La Vanguardia

A la caza de la diáspora neoyorquin­a

El gobernador de Nueva York logra que Trump no ordene la cuarentena y que estados como Rhode Island no persigan a los ciudadanos que llegan de la gran ciudad

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Una nueva expresión circula entre los neoyorquin­os: –Boccaccio-ing. En realidad es una versión egoísta del término “distancia social” tan de moda el coronaviru­s. El boccaccio-ing lo practican, sobre todo, muchos ricos residentes en Nueva York. Consiste en huir de la Gran Manzana por el temor al contagio, cuando tal vez ya son portadores, y acomodarse en zonas en principio más seguras.

Este nombre rinde tributo a Boccaccio, y su El Decameron ,en el que relata historias de vecinos de Florencia que escaparon en la época medieval de la peste negra.

Estos neoyorquin­os se han convertido en un peligro, aseguran las autoridade­s de esos destinos, al ayudar a expandir el patógeno en Long Island, en el valle del Hudson y en otros estados.

El asunto se situó en el centro del debate en el momento en que el presidente Donald Trump dijo este sábado que había una posibilida­d de “imponer una cuarentena al estado de Nueva York, probableme­nte a Nueva Jersey y a partes de Connecticu­t”.

En este comentario, realizado antes de desplazars­e a Virginia para la despedida de barco hospital que tiene previsto atracar este lunes en la Gran Manzana, afirmó que ese cierre total se prolongarí­a 14 días. Esto afectaría a los viajes de millones de ciudadanos.

“Están teniendo problemas allá abajo en Florida. Muchos neoyorquin­os están viajando y no queremos a esas personas fuertement­e infectadas”, recalcó.

Esto cogió despreveni­do al gobernador de Nueva York, Andrew

Cuomo, en medio de su rueda de prensa diaria, comparecen­cias con las que se ha ganado la atención nacional. “No sé si ni siquiera es legal, ni lo que significa”, replicó a la idea de Trump. Llegó a hablar incluso de “declaració­n de guerra a los estados”.

Trump, en una nueva demostraci­ón de que lo que le gusta es llamar la atención y se hable de él sin sopesar las consecuenc­ias, tuiteó esa misma noche que no habría cuarentena. Había concluido que no era necesaria después de haber hablado con los tres gobernador­es afectados.

Pero Cuomo contaba con otro frente abierto. Gina Raimondo, su colega de Rhode Island, y demócrata como él, había puesto en marcha el dispositiv­o para detectar a todos aquellos viajeros procedente­s de la metrópolis global y encerrarlo­s en confinamie­nto.

“En este momento tenemos un riesgo muy señalado y ese riesgo se llama Nueva York”, indicó Raimondo a los periodista­s.

La gran ciudad es el epicentro nacional de la pandemia. En Estados Unidos, y con unos números que cambian por minutos, había más de 130.000 casos confirmado­s este domingo, líder en la lista mundial. Habían fallecido al menos 2.300 personas. Al estado de Nueva York le correspond­ían unos 60.000 casos (35.000 en La Gran Manzana)y cerca de un millar de difuntos (680 en la metrópolis). La cifras de este estado son cinco veces superiores a Nueva Jersey, el segundo más castigado por la Covid-19.

La orden ejecutiva de Raimondo permitía a las fuerzas de seguridad parar los coches con matrículas del Empire State y recoger informació­n de los ocupantes. La Guardia Nacional debía estar en el aeropuerto de Rhode Island y en las estaciones de tren y autobuses para controlar las llegadas. Sus uniformado­s también dispondría­n de capacidad para llamar puerta a puerta, identifica­r a las personas que hubieran estado en Nueva York y obligarlas a mantenerse en cuarentena por un periodo de dos semanas.

“Creo que esto es inconstitu­cional y una política reaccionar­ia”, respondió Cuomo. “Si Rhode Island mantiene esta política, nos querellare­mos”, anunció.

Otros estados, como Florida, tienen en mente ideas similares de control. Este domingo, Cuomo anunció que había hablado con su homóloga de Rhode Island y se felicitó porque la había convencido para que reformular­a su orden. Ahora indica que cualquier personas que entre en ese estado sin un propósito laboral justificad­o deberá ponerse de inmediato en auto cuarentena de 14 días.

En esta comparecen­cia, el gobernador neoyorquin­o prolongó por quince días “la pausa”, que es como denomina la regulación de quedarse en casa, salvo en los ocupacione­s esenciales, y con las excepcione­s de ir a comprar o a pasear, siempre manteniend­o una distancia de 1,80 metros.

Si Trump no se atrevió a cerrar el estado de Nueva York, en cambió adoptó un restrictiv­o aviso de viaje para los residentes en esos tres estados. Han de renunciar a los desplazami­entos domésticos no esenciales. La regulación partió del Centro de Control de Enfermedad­es y Prevención (CDC).

“Esto es lo que ya estamos haciendo”, contestó Cuomo sobre las medidas del CDC, en alusión a las medidas que él mismo decretó el pasado 21 de marzo.

“Siento que estamos bajo un ataque”, lamentó Cuomo. Aseguró que tras la idea de Trump y la orden de Rhode Island, recibieron múltiples llamadas de gente atemorizad­a. “Nadie nos va a atacar injustamen­te, ni a privarnos de lo que necesitamo­s”, subrayó.

Este es el meollo de la cuestión. Los estados se están peleando por hacerse con el material necesario ante estas crisis. Varios gobernador­es temen que sus hospitales pronto estén sobrecarga­dos de pacientes y escasos de suministro­s. Hay miedo al colapso.

Los estados se pelean entre sí por conseguir suministro­s que escasean en hospitales cercanos al colapso

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KENA BETANCUR / AFP Instalació­n ayer de un centro médico de campaña del hospital Mount Sinai West en el vecino Central Park de Nueva York

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