La Vanguardia

El día al teléfono, óperas enteras... y un bizcocho

- JUAN CARLOS MERINO

“El Congreso no se cierra, porque la democracia tiene que seguir funcionand­o y de ella vendrán, aunque segurament­e no todas las que queremos, respuestas y soluciones”, afirma Meritxell Batet. Así que ahora se ve obligada a teletrabaj­ar mucho. “Sobre todo, me paso el día al teléfono. ¡Organizar plenos desde casa no es fácil!”, suspira. No obstante, confinada en el piso que tiene alquilado en Madrid, reconoce que está “muy contenta”, porque ya está con sus dos hijas tras unos días separadas. “Las echo muchísimo de menos”, dice de Adriana y Valeria, sus mellizas de 6 años.

El confinamie­nto, admite, tiene altos y bajos. “Depende del día. Es inevitable tener momentos con la moral más baja y otros en los que estoy más animada”. Pero tiene un recurso infalible: “Cuando me siento un poco más triste, me pongo música y bailo. Hace un par de días, además, ¡hice un bizcocho!”. “Hay que buscar incentivos cada día”. Y los encuentra: “Escucho óperas enteras. Hacía mucho tiempo que no oía una ópera entera, son muy largas y habitualme­nte no tengo tiempo. También tengo más tiempo para leer. La cultura me sirve en estos tiempos como refugio”. Leyó así un par de libros de José María Micó, su profesor en la Pompeu Fabra, y una antología poética en catalán. Además, “una pequeña frivolidad”: “Veo muchas tardes un capítulo de las novelas de Agatha Christie con el detective Poirot en el canal Paramount, me encanta el personaje”.

Asume que el momento es grave. “Confío en que esta enorme crisis global no se lleve por delante la política en la mejor de sus expresione­s”.

Pero insiste en que “es muy importante que la ciudadanía atienda todas las indicacion­es de las autoridade­s sanitarias, de ello depende nuestro futuro, el esfuerzo valdrá la pena”. “Vamos a salir de esta, estoy segura. La rabia, la búsqueda de culpables contra los que canalizar nuestra ira y nuestra propia impotencia no aportan nada y nos debilitan como sociedad”, receta.

Batet asegura echar mucho de menos pasear. “Y ver a mis amigos, abrazar a la gente y dar muchos besos. ¡Soy muy mediterrán­ea!”, ríe. No duda ni un segundo en lo primero que hará cuando acabe el confinamie­nto: “¡Esto lo tengo claro! Ir a una terraza que hay al lado de mi casa que tiene un parque infantil. Me sentaré y me tomaré una cerveza helada mientras observo a mis hijas jugar. Y claro, también ir a ver a mi madre, mi familia y mis amistades en Barcelona. También echo muchísimo de menos mi ciudad”.

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