La Vanguardia

Líderes blancos o augustos

- Francesc-marc Álvaro

Michel Tournier, en El espejo de las ideas, dedica un capítulo delicioso a dos figuras contrapues­tas: el payaso blanco y el payaso rojo o augusto. El primero “hace que la gente se ría de los demás, del otro, del augusto”, pero su arte se basa en quedar a salvo, pues “guarda las distancias, permanece intacto, fuera del alcance, la risa que provoca no le salpica, es una ducha destinada al payaso rojo, que está allí para aguantar lo que le echen”. El segundo, que es el más popular entre el público, “se ofrece para recibir todos los golpes, él lleva su discurso, su atuendo y su mímica al colmo de lo grotesco”; la misión del augusto se basa en la empatía y en el accidente, es un personaje cercano a las flaquezas del espectador.

Tournier coloca esta plantilla sobre algunos políticos de la V República y ve a De Gaulle, Marchais, Chirac y Barre como miembros del equipo de los augustos. En cambio, considera “puros payasos blancos” a Mitterrand, Giscard d’estaing y Balladur. La crisis del coronaviru­s, gestionada por dirigentes elegidos en las urnas (en las democracia­s homologabl­es), nos permite observar con una luz inusitada y cruda esta galería de gobernante­s de un tipo y otro, en España, en Catalunya y en una gran capital como Barcelona. También en el conjunto de Europa, donde la pugna entre líderes augustos y líderes blancos se superpone al encontrona­zo, más visible, entre estados del norte y estados del sur, y entre políticos ocupados en resolver problemas y políticos obsesionad­os en dejar claro cada día “quien manda aquí”. Cuando todo esto pase, habrá que analizar serenament­e qué lugar ha tenido en la toma de decisiones de algunos –por ejemplo, de Pedro Sánchez– el imperativo simbólico de mostrar la jerarquía de poder a toda costa. Más allá de la ética de la responsabi­lidad y de la ética de la convicción, y más allá de celebrar todas las rectificac­iones que vengan para combatir la pandemia, descubrire­mos –tal vez– la estética del mando como eje rector –malhadado– de ciertas apuestas.

Dejo a la inteligenc­ia de los lectores la catalogaci­ón de nuestros líderes barcelones­es, catalanes, españoles y europeos, aunque daré una pista, para que se animen con este divertido ejercicio: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha hecho todo lo posible para militar en el grupo de los payasos blancos, esos que, según Tournier, son “gente que prefiere observar y maniobrar sin exponerse”.

Édouard Balladur, que fue primer ministro de Francia y que también forma parte del “partido blanco”, escribió Maquiavelo en democracia, un ensayo lleno de buenos consejos. Aquí copio uno, por si le sirve a alguien: “No hay que olvidar que los ciudadanos tienen más discernimi­ento de lo que piensan los que pretenden influir en la opinión; que sienten la necesidad de estabilida­d y de verdad. No les gusta que se represente demasiado tiempo la comedia de los buenos sentimient­os ficticios, son sensibles a lo que es cierto y detectan el artificio de ciertas actitudes”.

Más allá de la ética de la responsabi­lidad descubrire­mos la estética del mando como eje rector de ciertas apuestas

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