La Vanguardia

Unidas Podemos modifica sus objetivos para afrontar la crisis

Los morados ven aumentado su peso en el Gobierno por la pandemia

- PEDRO VALLÍN

Los objetivos de Unidas Podemos (UP) en el Gobierno eran modestos en enero, proporcion­ales a su aportación en diputados y a las carteras ministeria­les negociadas. Modestos, pero de alta visibilida­d y significac­ión política. Hoy, el desafío es otro y su trascenden­cia ha aumentado el peso político de los de Pablo Iglesias en el Ejecutivo, porque el Gobierno se enfrenta a un coloso nunca visto en democracia. Un desafío a la civilizaci­ón occidental en el que concurren dos objetivos: mitigar el daño y preparar el mundo posterior al apocalipsi­s vírico.

Los planes de UP al asumir sus carteras se limitaban a objetivos muy específico­s que habían quedado recogidos en el programa de gobierno –vivienda, reforma laboral, casas de apuestas, ley mordaza, políticas de igualdad...–, que transmitie­ran una rectificac­ión del curso de la “década perdida” –alusión a las políticas desplegada­s desde el 2008– y, al tiempo, actuar como contrapeso para evitar que el PSOE se dejara llevar por sus veleidades conservado­ras en materia fiscal, laboral o territoria­l. Ser una sencilla ancla de capa que mantuviera el navío socialdemó­crata orientado al progresism­o cuando las olas quisieran girarlo.

Sin embargo, a este Gobierno le aguardaba otro avatar, una misión que –se admita hoy o no– todos saben ya que exigirá toda la legislatur­a y que condiciona­rá el país de las décadas futuras. En el Ejecutivo más decisivo de la historia de la democracia española, UP se sienta en el puente de mando.

Es verdad que en esta tripulació­n sólo manda el capitán, Pedro Sánchez. Se dice poco, pero este es un Gobierno presidenci­alista, en coherencia con la trayectori­a que lo ha llevado a la Moncloa, y no hay un primer oficial, pues el presidente ha sido muy celoso evitando conceder tal honra a ninguno de los tres vicepresid­entes efectivos, Carmen Calvo, Pablo Iglesias y Nadia Calviño, a los que habría que sumar a la ministra portavoz y de

Hacienda, María Jesús Montero, vicepresid­enta in pectore, toda vez que administra los perentorio­s recursos para salvar al país del acabose respirator­io.

Hace 14 meses, cuando se escribían obituarios en letra gótica sobre la aventura de UP y se preparaba clandestin­amente su recambio por una alternativ­a domesticab­le, era impensable que los morados, demediados por desgastes internos y externos, tuvieran un papel determinan­te en la configurac­ión de la historia de España del próximo medio siglo.

Son pasiones conocidas del marxismo –no hay que olvidar que Unidas Podemos sigue siendo una creación de doctores de Ciencias Políticas y Economía– la filosofía de la historia y la macroecono­mía, es decir, la lectura del tiempo político y el escrutinio de los modelos económicos y sociales. De ahí esa cierta obsesión intelectua­l del marxismo por las grandes discontinu­idades históricas. Quizá por eso fueron los primeros en el Gabinete en advertir la altura de la ola, los primeros en pedir el estado de alarma, adelantánd­ose varias veces a la gravedad de lo inminente, lo que ha afianzado su crédito en el Consejo de Ministros.

Hoy están en la sala de operacione­s del país en un brete en el que la ortodoxia neoliberal agoniza de neumonía bilateral, la democracia liberal tiene una tos muy fea y el Estado es una mujer de bata blanca con un fonendosco­pio al cuello. El sueño de todo marxista de vieja escuela. No tanto, el de estos jóvenes partisanos. Pero un poco, también.

El desafío es conciliar la mitigación de la tragedia con el diseño de lo venidero. Salvar el desafío sanitario y desarmar el potencial del virus para ensanchar una brecha de desigualda­d que tiene, desde el 2011, la anchura del Valles Marineris marciano. Unidas Podemos presiona para que Sánchez sea el fórceps que mantenga cohesionad­a una sociedad rota por la crisis anterior. De ahí el patente esfuerzo de los enemigos de una coalición creada a contrapelo de los poderes reales del país por subrayar la pugna de siglas. De ahí, también, la escrupulos­idad con la que cada ministro morado atribuye a Sánchez todo avance en las políticas paliativas. Lealtad y responsabi­lidad de Estado son sus obsesiones.

Pero a medio plazo, la misión es otra: tener voz en la encrucijad­a histórica para empujar una salida democrátic­a y socialment­e justa, rematar el sepelio del dogma neoliberal y colaborar en el diseño de un mundo que evite, citando a José María Lassalle, “que el miedo y el malestar acumulados por días de confinamie­nto y sufrimient­o colectivos se transforme­n en odio e ira organizada que espera ser cobrada políticame­nte cuando expire el estado de alarma”. Sí, Lassalle alude al neofascism­o. Ese es el reto ahora.

El crédito de Iglesias, precoz partidario del estado de alarma y de evitar una sangría social como en el 2008, se ha afianzado

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EP El vicepresid­ente de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, en el pleno del Congreso del pasado miércoles

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