Covid-19: la semana más dura
Empieza la semana más dura hasta el momento de la guerra contra la epidemia de la Covid-19 en España. Es la más dura porque, según los pronósticos de los epidemiólogos, el número de víctimas mortales todavía seguirá en aumento, pese a que la cifra de nuevos casos diagnosticados ya ha empezado a reducirse; porque los hospitales y sus unidades de cuidados intensivos pueden llegar al límite de sus posibilidades para atender a más enfermos, sobre todo a los más graves; porque numerosas empresas, autónomos y familias están a punto de agotar, si no lo han hecho ya, sus reservas financieras y sus ahorros; porque el confinamiento de buena parte de la población cumple ya dos semanas ante la perspectiva de continuar otras dos, y porque, ante este escenario, existe el riesgo de caer socialmente en el desánimo y en la desesperanza de poder ganar esta lucha sin cuartel contra un enemigo invisible y cruel. Ante esta situación, sin embargo, es más importante que nunca mantener la serenidad, la entereza de ánimo y la confianza en que, con el esfuerzo de todos, se logrará finalmente la victoria. Nadie ha dicho que sea fácil, pero tampoco que sea imposible.
En esta semana que comienza, además, el Gobierno ha avanzado hacia la paralización total del país con la decisión de suspender todas las actividades económicas que no sean esenciales. Dicha medida entra en vigor hoy –con una moratoria para las empresas que requieran de forma imprescindible estar hoy activas para hacer un cierre ordenado de su actividad– y se mantendrá durante los próximos quince días, hasta el 12 de abril, el domingo de Resurrección, al final de la Semana Santa, que es cuando en principio debe acabar también la actual fase de confinamiento. En la práctica ello es un permiso retribuido para los trabajadores de ocho días.
El objetivo de la decisión del Gobierno es limitar la movilidad de los ciudadanos al mínimo posible en estas dos próximas semanas para frenar al máximo los nuevos contagios. Esta es la única manera que ven los expertos de reducir los ingresos en los hospitales, aliviar el funcionamiento de las unidades de cuidados intensivos y, con ello, poder salvar la vida de más personas. Se confía en que la paralización total del país produzca una clara mejora a quince días vista.
Es muy probable que, pese a todo, la Covid-19 siga también entre nosotros después de estas dos semanas más de confinamiento total. Pero, al reducirse la cifra de contagios, el sistema sanitario recuperará la plena capacidad de atender y curar a la gran mayoría de los enfermos graves. Será un triunfo enorme. Pero no el definitivo, ya que luego entraremos en una fase de transición –también difícil– hasta lograr la victoria final. Esta no llegará, sin embargo, hasta que se descubra la vacuna contra la Covid-19 y se pueda aplicar con éxito al conjunto de la población mundial. Hay que tener confianza en que esta vacuna se descubrirá pronto.
La nueva fase de paralización de la economía comporta un sacrificio más que desde el punto de vista sanitario es necesario. Sin embargo, la inmediatez de la norma dictada por el Gobierno, así como la falta de instrucciones precisas y de tiempo para proceder a un cierre ordenado, ha generado confusión y desconcierto entre las empresas. El coste que les comporta el parón de actividad, además, resulta insostenible para muchas de ellas.
Las nuevas medidas económicas que comporta la lucha contra la Covid-19 exigen acciones excepcionales y urgentes para activar con eficacia y prontitud los avales, las prestaciones y las ayudas sociales a empresas, autónomos, trabajadores y familias vulnerables para evitar daños irreparables. Al privarles de actividad y de trabajo, el Estado debe acudir en su ayuda de forma inmediata con un desembolso de dinero mucho mayor del anunciado por el presidente Sánchez. Las pequeñas y medianas empresas –que son la mayoría– y los autónomos, que soportan la gran parte del empleo del país, sólo tienen, en el mejor de los casos, un mes de liquidez para aguantar. Entre otras medidas de apoyo sería necesario, además de las ya anunciadas, la financiación de parte del citado permiso retribuido y el aplazamiento de impuestos y cuotas sociales. Hay que evitar que la lucha contra la Covid-19 arruine el tejido productivo.
La paralización de la actividad exige ayudas urgentes para las pequeñas y medianas empresas