La Vanguardia

Fuera de contexto

La expresión ‘un quetsémper’ quedó asociada a la figura simpática de un sinvergüen­za sin muchas luces

- Màrius Serra

La memoria se transmite a través de olvidos porque el tiempo deforma los recuerdos. Estos días todo el mundo puede dedicar el tiempo muerto a sus pasiones más vivas. Antoni Janer Torrents, periodista y filólogo en lenguas clásicas, revela en un hilo de Twitter la etimología del nombre popular de un pez parecido a la merluza que la ciencia denomina Synodus saurus y los pescadores quetsémper, un nombre que ya huele a secreto. Janer, después de reproducir su imagen, explica en su hilo (de pesca) que el nombre de quetsémper proviene de cuando se rezaba el rosario en latín sin saber de la misa la media: “Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen”. La parte del “nunc et semper” (ahora y siempre) cayó en gracia y la expresión “un quetsémper” quedó asociada a la figura simpática de un sinvergüen­za sin muchas luces. De ahí que los marineros lo aplicaran a este pez, poco valioso comercialm­ente hablando. La larga transposic­ión del latín a las lenguas románicas nos ha dejado herencias impagables. Recuerdo el caso del santo patrón de l’olleria, una población valenciana de la Vall d’albaida que cada julio celebra el Ecce Homo, a quien alguna gente llama san Axiomo. De hecho, la frase latina quiere decir “he aquí el hombre” y se atribuye al gobernador Poncio Pilato. En teoría, la pronuncia sarcástica­mente cuando le presentan a aquel Jesús que se había atribuido la condición de rey, flagelado y con una corona de espinas. Recuerdo que mi abuela Paula lo decía cuando, con mi padre, mirábamos combates de boxeo por la tele y alguno de los púgiles quedaba muy tocado. No había ido a escuela, pero a la que los veía sangrar soltaba “ha quedat fet un eccehomo”, pronuncian­do más o menos “axiomo”.

El poeta Víctor Sunyol recuerda la historia de una señora que buscaba la imagen de una tal santa Fixetur. Cuando el cura le pidió de qué santoral había sacado ese nombre, le dijo que lo sacaba del padrenuest­ro (en latín) y se puso a recitarlo a su manera: “Paternostr­e quiestinxe­lo, santifixet­ur nomen tuum...”. La santa salía del “sanctificé­tur”, claro. De todos modos, el mejor ejemplo que conozco de descontext­ualización no viene del latín sino del español. Mi buen amigo Roc Parés me contó que en México, donde nació y creció, había conocido a más de un Masiosare. Siempre le había llamado la atención el nombre, pero tardó mucho en entender de dónde salía. El himno nacional mexicano, que los niños aprenden en la escuela, tiene una coda como un puñetazo: “Mexicanos, al grito de guerra / el acero aprestad y el bridón / y retiemble en sus centros la tierra / al sonoro rugir del cañón”. La reproduzco para que se aprecie el tono retórico. Así no extrañará que la segunda estrofa contenga estos dos versos: “Mas si osare un extraño enemigo / profanar con su planta tu suelo...”. Este “osare” es el subjuntivo del verbo osar, pero algunos mexicanos lo lexicaliza­ron como con quetsémper y así ampliaron el santoral.

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