La Barcelona europea
En un tiempo de cuestionamiento del multilateralismo, de pandemias globales y riesgos compartidos que se combaten con el retorno de fronteras y el fortalecimiento del Estado nación, Europa se sigue construyendo desde la proximidad, la voluntad de cooperar, las múltiples escaleras territoriales, y desde redes civiles que se escapan del control de Bruselas. Durante los últimos años Barcelona ha tomado la palabra en varias ocasiones para coordinarse con otras ciudades ante la Unión Europea y reclamar más valentía y generosidad en financiación local, acogida de refugiados (liderada en el 2015 por Ada Colau y Anne Hidalgo) o el derecho a la vivienda ante una mercantilización que está transformando el paisaje urbano europeo.
En una Unión con áreas metropolitanas con más habitantes que algunos estados, el poder local no tiene voz propia con capacidad de decisión en la arquitectura institucional comunitaria. En esta UE que ha recuperado el concepto de soberanía con agendas políticas diferentes –y a veces contradictorias–, el poder local se reivindica desde la subsidiariedad, pero también desde la voluntad de internacionalización ante una realidad global compartida. A principios de marzo, veintidós ayuntamientos unidos –de Barcelona a Amsterdam, Atenas o Londres– reclamaron a la Comisión una mejor regulación de las plataformas de alquiler turístico. Lo local conectaba así con una de las reformas más polémicas, a escala internacional, que Bruselas se ha comprometido a presentar a finales de año: la actualización de la directiva de Comercio Electrónico.
Barcelona es parte de los grandes debates europeos, desde su voluntad de ser la capital global del humanismo tecnológico, precisamente cuando la transición digital anunciada como una de las prioridades de la nueva Comisión pone el acento, entre otras cosas, en superar las desigualdades digitales entre ciudadanía y territorios y garantizar la ética de la inteligencia artificial. Ante el reto de este nuevo orden tecnológico global, la Unión Europea y Barcelona se reencuentran en la voluntad de posicionar, de defender una regulación necesaria, de prepararse para la robotización del trabajo y la economía digital. Del largo y doloroso proceso del corredor mediterráneo y las conexiones ferroviarias transeuropeas a la nueva realidad virtual, que de momento ya ha situado a la capital catalana entre los cinco principales hubs tecnológicos de Europa.
Artículos completos de Anna Ayuso, Carme Colomina, Agustí Fernández i Eduard Soler, en la web Elmondedema.cat